Page 318 - Orgullo y prejuicio
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Bingley respondió que sí y la felicitó. Elizabeth no se atrevía a levantar

                los ojos y no pudo ver qué cara ponía Darcy.
                     ––Es delicioso tener una hija bien casada ––siguió diciendo––, pero al
                mismo tiempo, señor Bingley, es muy duro que se me haya ido tan lejos. Se

                han trasladado a Newcastle, que cae muy al Norte, según creo, y allí estarán
                no sé cuánto tiempo. El regimiento de mi yerno está destinado allí, porque

                habrán usted oído decir que ha dejado la guarnición del condado y que se ha
                pasado a los regulares. Gracias a Dios tiene todavía algunos amigos, aunque

                quizá no tantos como merece.
                     Elizabeth, sabiendo que esto iba dirigido a Darcy, sintió tanta vergüenza

                que  apenas  podía  sostenerse  en  la  silla.  Sin  embargo,  hizo  un  supremo
                esfuerzo para hablar y preguntó a Bingley si pensaba permanecer mucho
                tiempo en el campo. El respondió que unas semanas.

                     ––Cuando haya matado usted todos sus pájaros, señor Bingley ––dijo la
                señora Bennet––, venga y mate todos los que quiera en la propiedad de mi

                esposo. Estoy segura que tendrá mucho gusto en ello y de que le reservará
                sus mejores nidadas.

                     El  malestar  de  Elizabeth  aumentó  con  tan  innecesaria  y  oficiosa
                atención.  No  le  cabía  la  menor  duda  de  que  todas  aquellas  ilusiones  que

                renacían después de un año acabarían otra vez del mismo modo. Pensó que
                años enteros de felicidad no podrían compensarle a ella y a Jane de aquellos
                momentos de penosa confusión.

                     «No deseo más que una cosa ––se dijo––, y es no volver a ver a ninguno
                de estos dos hombres. Todo el placer que pueda proporcionar su compañía

                no  basta  para  compensar  esta  vergüenza.  ¡Ojalá  no  tuviera  que  volver  a
                encontrármelos nunca!»

                     Pero  aquella  desdicha  que  no  podrían  compensar  años  enteros  de
                felicidad, se atenuó poco después al observar que la belleza de su hermana

                volvía  a  despertar  la  admiración  de  su  antiguo  enamorado.  Al  principio
                Bingley  habló  muy  poco  con  Jane,  pero  a  cada  instante  parecía  más
                prendado  de  ella.  La  encontraba  tan  hermosa  como  el  año  anterior,  tan

                sensible y tan afable, aunque no tan habladora. Jane deseaba que no se le
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