Page 320 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO LIV
En cuanto se marcharon, Elizabeth salió a pasear para recobrar el ánimo
o, mejor dicho, para meditar la causa que le había hecho perderlo. La
conducta de Darcy la tenía asombrada y enojada. ¿Por qué vino ––se
decía–– para estar en silencio, serio e indiferente?»
No podía explicárselo de modo satisfactorio.
«Si pudo estar amable y complaciente con mis tíos en Londres, ¿por qué
no conmigo? Si me temía, ¿por qué vino? Y si ya no le importo nada, ¿por
qué estuvo tan callado? ¡Qué hombre más irritante! No quiero pensar más
en él.»
Involuntariamente mantuvo esta resolución durante un rato, porque se le
acercó su hermana, cuyo alegre aspecto demostraba que estaba más
satisfecha de la visita que ella.
––Ahora ––le dijo––, pasado este primer encuentro, me siento
completamente tranquila. Sé que soy fuerte y que ya no me azoraré delante
de él. Me alegro de que venga a comer el martes, porque así se verá que nos
tratamos simplemente como amigos indiferentes.
––Sí, muy indiferentes ––contestó Elizabeth riéndose––. ¡Oh, Jane!
¡Ten cuidado!
––Lizzy, querida, no vas a creer que soy tan débil como para correr
ningún peligro.
––Creo que estás en uno muy grande, porque él te ama como siempre.