Page 324 - Orgullo y prejuicio
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que jamás haya pensado en mí. Sólo encuentro que su trato es dulce y más
atento que el de ningún otro hombre.
––¡Eres cruel! ––contestó su hermana––. No me dejas sonreír y me
estás provocando a hacerlo a cada momento.
––¡Qué difícil es que te crean en algunos casos!
––¡Y qué imposible en otros!
––¿Por qué te empeñas en convencerme de que siento más de lo que
confieso?
––No sabría qué contestarte. A todos nos gusta dar lecciones, pero sólo
enseñamos lo que no merece la pena saber. Perdóname, pero si persistes en
tu indiferencia, es mejor que yo no sea tu confidente.