Page 323 - Orgullo y prejuicio
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él, pero sus esperanzas rodaron por el suelo cuando vio que su madre se
apoderaba de Darcy y le obligaba a sentarse a su mesa de whist. Elizabeth
renunció ya a todas sus ilusiones. Toda la tarde estuvieron confinados en
mesas diferentes, pero los ojos de Darcy se volvían tan a menudo donde ella
estaba, que tanto el uno como el otro perdieron todas las partidas.
La señora Bennet había proyectado que los dos caballeros de
Netherfield se quedaran a cenar, pero fueron los primeros en pedir su coche
y no hubo manera de retenerlos.
––Bueno, niñas ––dijo la madre en cuanto se hubieron ido todos––,
¿qué me decís? A mi modo de ver todo ha ido hoy a pedir de boca. La
comida ha estado tan bien presentada como las mejores que he visto; el
venado asado, en su punto, y todo el mundo dijo que las ancas eran
estupendas; la sopa, cincuenta veces mejor que la que nos sirvieron la
semana pasada en casa de los Lucas; y hasta el señor Darcy reconoció que
las perdices estaban muy bien hechas, y eso que él debe de tener dos o tres
cocineros franceses. Y, por otra parte, Jane querida, nunca estuviste más
guapa que esta tarde; la señora Long lo afirmó cuando yo le pregunté su
parecer. Y ¿qué crees que me dijo, además? «¡Oh, señora Bennet, por fin la
tendremos en Netherfield!» Así lo dijo. Opino que la señora Long es la
mejor persona del mundo, y sus sobrinas son unas muchachas muy bien
educadas y no son feas del todo; me gustan mucho.
Total que la señora Bennet estaba de magnífico humor. Se había fijado
lo bastante en la conducta de Bingley para con Jane para convencerse de
que al fin lo iba a conseguir. Estaba tan excitada y sus fantasías sobre el
gran porvenir que esperaba a su familia fueron tan lejos de lo razonable,
que se disgustó muchísimo al ver que Bingley no se presentaba al día
siguiente para declararse.
––Ha sido un día muy agradable ––dijo Jane a Elizabeth––. ¡Qué selecta
y qué cordial fue la fiesta! Espero que se repita.
Elizabeth se sonrió.
––No te rías. Me duele que seas así, Lizzy. Te aseguro que ahora he
aprendido a disfrutar de su conversación y que no veo en él más que un
muchacho inteligente y amable. Me encanta su proceder y no me importa