Page 319 - Orgullo y prejuicio
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notase ninguna variación y creía que hablaba como siempre, pero su mente
estaba tan ocupada que a veces no se daba cuenta de su silencio.
Cuando los caballeros se levantaron para irse, la señora Bennet no
olvidó su proyectada invitación. Los dos jóvenes aceptaron y se acordó que
cenarían en Longbourn dentro de pocos días.
––Me debía una visita, señor Bingley añadió la señora Bennet––, pues
cuando se fue usted a la capital el último invierno, me prometió comer en
familia con nosotros en cuanto regresara. Ya ve que no lo he olvidado.
Estaba muy disgustada porque no volvió usted para cumplir su
compromiso.
Bingley pareció un poco desconcertado por esa reflexión, y dijo que lo
sentía mucho, pero que sus asuntos le habían retenido. Darcy y él se
marcharon.
La señora Bennet había estado a punto de invitarles a comer aquel
mismo día, pero a pesar de que siempre se comía bien en su casa, no creía
que dos platos fuesen de ningún modo suficientes para un hombre que le
inspiraba tan ambiciosos proyectos, ni para satisfacer el apetito y el orgullo
de otro que tenía diez mil libras al año de renta.