Page 325 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO LV





                     Pocos días después de aquella visita, Bingley volvió a Longbourn, solo.
                Su amigo se había ido a Londres por la mañana, pero iba a regresar dentro

                de  diez  días.  Pasó  con  ellas  una  hora,  y  estuvo  de  excelente  humor.  La
                señora Bennet le invitó a comer, Bingley dijo que lo sentía, pero que estaba

                convidado en otro sitio.
                     ––La próxima vez que venga ––repuso la señora Bennet–– espero que

                tengamos más suerte.
                     ––Tendré  mucho  gusto  ––respondió  Bingley.  Y  añadió  que,  si  se  lo

                permitían, aprovecharía cualquier oportunidad para visitarles.
                     ––¿Puede usted venir mañana?
                     Bingley  dijo  que  sí,  pues  no  tenía  ningún  compromiso  para  el  día

                siguiente.
                     Llegó  tan  temprano  que  ninguna  de  las  señoras  estaba  vestida,  La

                señora  Bennet  corrió  al  cuarto  de  sus  hijas,  en  bata  y  a  medio  peinar,
                exclamando:

                     ––¡Jane, querida, date prisa y ve abajo! ¡Ha venido el señor Bingley! Es
                él, sin duda. ¡Ven, Sara! Anda en seguida a ayudar a vestirse a la señorita

                Jane. No te preocupes del peinado de la señorita Elizabeth.
                     ––Bajaremos  en  cuanto  podamos  ––dijo  Jane––,  pero  me  parece  que
                Catherine está más adelantada que nosotras, porque subió hace media hora.

                     ––¡Mira con lo que sales! ¿Qué tiene que ver en esto Catherine? Tú eres
                la que debe bajar en seguida. ¿Dónde está tu corsé?
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