Page 344 - Orgullo y prejuicio
P. 344

absteniéndome de declarar mi asombro al saber que recibió usted a

                     la joven pareja cuando estuvieron casados. Eso fue alentar el vicio;
                     y  si  yo  hubiese  sido  el  rector  de  Longbourn,  me  habría  opuesto
                     resueltamente.  Verdad  es  que  debe  usted  perdonarlos  como

                     cristiano,  pero  no  admitirlos  en  su  presencia  ni  permitir  que  sus
                     nombres sean pronunciados delante de usted.




                     ––¡Éste  es  su  concepto  del  perdón  cristiano!  El  resto  de  la  carta  se
                refiere únicamente al estado de su querida Charlotte, y a su esperanza de

                tener un retoño. Pero, Elizabeth, parece que no te ha divertido. Supongo que
                no irías a enojarte y a darte por ofendida por esta imbecilidad. ¿Para qué
                vivimos si no es para entretener a nuestros vecinos y reírnos nosotros de

                ellos a la vez?
                     ––Sí,  me  he  divertido  mucho  ––exclamó  Elizabeth––.  ¡Pero  es  tan

                extraño!
                     ––Pues eso es lo que lo hace más gracioso. Si hubiesen pensado en otro

                hombre,  no  tendría  nada  de  particular;  pero  la  absoluta  indiferencia  de
                Darcy  y  la  profunda  tirria  que  tú  le  tienes,  es  lo  que  hace  el  chiste.  Por

                mucho que me moleste escribir, no puedo prescindir de la correspondencia
                de Collins. La verdad es que cuando leo una carta suya, me parece superior
                a  Wickham,  a  pesar  de  que  tengo  a  mi  yerno  por  el  espejo  de  la

                desvergüenza y de la hipocresía. Y dime, Eliza, ¿cómo tomó la cosa lady
                Catherine? ¿Vino para negarte su consentimiento?

                     A esta pregunta Elizabeth contestó con una carcajada, y como su padre
                se  la  había  dirigido  sin  la  menor  sospecha,  no  le  importaba  ––que  se  la
                repitiera. Elizabeth no se había visto nunca en la situación de fingir que sus

                sentimientos  eran  lo  que  no  eran  en  realidad.  Pero  ahora  tuvo  que  reír
                cuando más bien habría querido llorar. Su padre la había herido cruelmente

                al  decirle  aquello  de  la  indiferencia  de  Darcy,  y  no  pudo  menos  que
                maravillarse  de  la  falta  de  intuición  de  su  padre,  o  temer  que  en  vez  de

                haber visto él demasiado poco, hubiese ella visto demasiado mucho.
   339   340   341   342   343   344   345   346   347   348   349