Page 132 - Cómo no escribir una novela
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Persona non grata


                  Ciertos novelistas de finales del siglo XX emplearon con éxito la segunda
                  persona —son de mencionar Italo Calvino en Si una noche de invierno un

                  viajero y Jay McInerney en Bright Lights, Big City. Pero la cosa se acaba
                  ahí.  No  se  inició  una  carrera  desenfrenada  para  adoptar  esa  técnica  tan
                  interesante. No nació ningún género nuevo. Los autores consagrados no se
                  sintieron obligados a reexaminar el uso que hacían de la primera persona

                  del singular. De hecho, se llamó «la moda de la segunda persona» cuando
                  McInerney se convirtió en la segunda persona que la usaba y fue evidente

                  que  también  sería  la  última.  La  razón  de  esto  es  que  esta  innovación
                  ofrecía lo que cualquier otra innovación ofrece. Que era nueva.
                      La palabra clave en la frase anterior es «era». Era nueva, y tal vez la
                  novedad es la cualidad menos duradera de todas.

                      Cuando  el  lector  se  enfrenta  por  primera  vez  a  un  texto  narrado  en
                  segunda  persona,  piensa:  «Ah,  éste  es  uno  de  esos  libros  escritos  en

                  segunda  persona».  Y  éste  es  el  único  efecto  que  tendrá  en  el  lector  tu
                  osado intento de apartarse de la tradición.
                      Una vez que empieza la historia, «tú» funciona exactamente como «él»

                  o «yo». El lector no tiene la sensación inmediata de que la historia le está
                  pasando  a  «él».  De  hecho,  el  lector  tarda  muy  poco  en  dejar  de  ser
                  sensible al tono de cercanía que supuestamente se consigue con «tú haces

                  esto»,  «tú  haces  aquello».  Y  un  editor  deja  de  ser  sensible  a  ese  tono
                  incluso antes: «Ah, una de esas novelas escritas en segunda persona…» y
                  acto  seguido  se  dice  con  una  sonrisa:  «Y  ahora  tú  vas  a  rechazar  esta

                  novela…»
                      Muy ocasionalmente un editor consigue no tener en cuenta ese recurso
                  estilístico y compra un libro escrito así, con la condición de que el autor

                  revise su novela de arriba abajo y lo pase todo a la tercera persona.












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                                                                       Donde todo el mundo da su opinión
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