Page 133 - Cómo no escribir una novela
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Después de perder la fe tras el incidente de la esterilización de ovarios, el
reverendo White abandonó su parroquia y se convirtió en un bala perdida.
Ahora se encontraba en otro sórdido bar de los bajos fondos, con su tequila
en la mano y reflexionando sobre los retorcidos caminos que había seguido
su vida. Qué negra era la carretera que llevaba desde Minneola a ese
anárquico país de los frijoles.
—Hello, guapo —le dijo una chamaquita tras acercársele. Con la mirada
echó un repaso de arriba abajo al fornido gringo. Sería un buen cambio
respecto de los mugrientos desheredados de la fortuna con los que se
acostaba a cambio de un peso y un plato de chingada, el sabroso pescado
local.
El encallecido camarero los observó con una mueca disimulada. Cuántas
parejas sin amor habían cruzado aquellas puertas de su cantabar.
—Hola —dijo White, pero de inmediato se retrajo. Había recordado a
su esposa. Y su mente le trajo la imagen de sí mismo rascándole la cabeza a
Fido, éste con la lengua fuera, él con un cosquilleo de placer. La señorita
sonrió porque aquel andrajoso gringo era lo más próximo que tenía a un
amigo.
Los mariachis atacaron otra alegre polca, sus caras serias, como si cada
uno reflexionara sobre sus penas. «Si sólo pudiera conseguir esta noche una
enchilada extra —pensó el mariachi n.º 1—, entonces ya tendría más que
los mariachis n.º 2 y n.º 3». Ah, cómo presumiría entonces.
Muchas vidas perdidas y a la deriva se agitaban bajo los vientos que
azotaban el llano de Guadalajara, Guadalajara, que hueles a tierra mojada.
Aquí se emplea un narrador omnisciente. Sí, puedes concederte la libertad de estar al
corriente de la historia de todos tus personajes, la libertad de poder ver en todas sus
mentes. Sí, ya puedes escribir esa escena de la fiesta que piensas narrar desde el punto
de vista de todos los personajes a la vez. Qué perspectivas más apasionantes podrás
ofrecer al lector de las complejas relaciones sociales que se desarrollarán en La boda
de la hija de los Russo. Será como el Guerra y paz de las novelas de bodas.
El único problema es que para cuando nos estés contando lo que le pasa por la
mente al Russo n.º 3, todo lo que el lector estará haciendo es tratar de descubrir quién
está narrando eso. Cuando se da la misma cancha a todos los puntos de vista narrativos,
has dejado de tener una novela, tienes una terapia de grupo.
Si quieres emplear un punto de vista omnisciente para tu novela y que ésta se venda,