Page 107 - Fantasmas
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Joe Hit
Además, tal vez le consiguiera algo de comer, a Francis le ape-
tecía algo dulce. Bollos, chocolates. El estómago le rugió pe-
ligrosamente.
Al instante siguiente sintió —no escuchó, sintió— a su
padre entrando en el salón. Cada paso que daba Buddy Kay
emitía una sutil vibración que Francis notaba en la armazón
metálica de su cama y que reverberaba en el aire caliente y se-
co alrededor de su cabeza. Las paredes de estuco de la gasoli-
nera eran relativamente gruesas y absorbían bien los sonidos.
Hasta entonces nunca había podido oír una conversación en la
habitación contigua y en cambio ahora, pensó, sentía, más que
oía, lo que Ella decía y lo que le contestaba su padre; perci-
bía sus voces en una serie de suaves reverberaciones que esti-
mulaban las antenas hipersensibles que tenía en la cabeza. Sus
voces sonaban distorsionadas y más profundas de lo normal
—como si la conversación tuviera lugar debajo del agua—, pe-
ro las entendía perfectamente.
Ella decía:
—Tienes que saber que no ha ido al colegio.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Buddy.
- —De que no ha ido al colegio. Lleva ahí toda la mañana.
—¿Está despierto?
—No lo sé.
—¿No has ido a ver?
—Ya sabes que se me cargan las piernas.
—Puta gorda —dijo el padre y echó a andar en dirección
a la habitación de su hijo. A cada pisada que daba las antenas
de Francis se estremecían de miedo y placer.
Para entonces ya había conseguido llegar al borde de la
cama, no así la piel de su antiguo cuerpo, que yacía en arruga-
do desorden en el centro del colchón, una funda de cuero sin
armazón y llena de sangre. Se apoyó en la barandilla de hie-
rro de la cama y trató de arrastrarse un par de centímetros más,
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