Page 235 - Fantasmas
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Joe HiLL
Caí sobre la rama rota y una astilla de gran tamaño se
me clavó en el pecho, justo debajo de la clavícula. Cuando
se curó me quedó una cicatriz brillante con forma de luna cre-
ciente, que se convirtió en mi rasgo de identidad más intere-
sante. Me rompí el peroné, me hice polvo la rótula y me frac-
turé el cráneo por dos sitios. Me sangraban la nariz, la boca,
los oídos.
No recuerdo ir en la ambulancia, aunque me han contado
que no llegué a perder la conciencia. Sí recuerdo la cara lívida y
asustada de mi hermano, inclinado sobre la mía mientras aún es-
tábamos en el jardín. Tenía mi capa hecha una pelota en sus ma-
nos y la retorcía inconscientemente, haciéndole nudos.
Si me quedaba alguna duda de si lo que había sucedido
era real, ésta se disipó dos días más tarde. Aún estaba en el hos-
pital cuando mi hermano se ató la capa alrededor del cuello y
saltó de las escaleras de entrada a la casa. Rodó por los diecio-
cho escalones y se golpeó la cara contra el último. En el hos-
pital lo pusieron en mi misma habitación, pero no hablábamos.
Él pasó la mayor parte del tiempo dándome la espalda, con la
vista fija en la pared. No sé por qué no quería mirarme —tal
vez estaba enfadado conmigo porque la capa no le había fun-
cionado, o consigo mismo por pensar que lo haría, o simple-
mente angustiado por cómo se iban a reír los otros niños de
él cuando se enteraran de que se había partido la crisma tra-
tando de imitar a Superman—, pero al menos sí entendía por
qué no hablábamos: le habían cosido la mandíbula. Fueron ne-
cesarios seis clavos y dos operaciones para devolver a su cara
un aspecto más o menos parecido al que tenía antes del acci-
dente.
Para cuando los dos salimos del hospital la capa había de-
saparecido. Mi madre nos lo dijo en el coche: que la había me-
tido en una bolsa de basura y enviado a la incineradora. El vo-
lar se había acabado en casa de los Shooter.
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