Page 29 - Fantasmas
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Joe HiLL
to de afecto: «A Elizabeth, que me ayuda a encontrar el cami-
no en la oscuridad.» Leerla ahora le ponía la carne de gallina.
Elizabeth le había dejado después de que él descubrie-
ra que llevaba un año acostándose con su agente de inver-
siones. Ella se marchó a vivir con su madre llevándose a Tracy,
la hija de ambos.
—En cierto modo me alegro de que nos descubrieras —le
había dicho'por teléfono unas semanas después de su mar-
cha—. De haber puesto fin a esto.
—¿A tu aventura? —le había preguntado él, con la espe-
ranza de que ella fuera a contarle que había roto con su amante.
—No —contestó Lizzie—. Me refiero a toda esa mierda
tuya de relatos de terror y toda esa gente que viene a verte, la
gente del mundo del terror. Esos gusanos sudorosos a los que
se les pone dura delante de un cadáver. Eso es lo mejor de es-
to, tal vez ahora Tracy pueda tener una infancia normal y yo por
fin me relacionaré con adultos sanos y normales.
Ya era bastante malo que le hubiera puesto los cuernos,
pero que le echara en cara lo de Tracy de esa manera le ponía
absolutamente furioso, incluso ahora, al recordarlo. Devolvió
el libro al estante y, encogiéndose de hombros, se dirigió a la
cocína a prepararse algo de comer, olvidada ya su excitación.
Había estado buscando el modo de quemar esa energía que le
impedía concentrarse y resultaba que la buena de Lizzie seguía
haciéndole favores a más de sesenta kilómetros de distancia y
desde la cama de otro hombre.
Esa misma tarde envió un correo electrónico a Harold
Noonan pidiéndole los datos de contacto de Kilrue. Noonan
le contestó en menos de una hora, contento de que Carroll
quisiera incluir «Buttonboy» en su nueva antología. No tenía
una dirección electrónica de Peter Kilrue, pero sí una postal y
también un número de teléfono.
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