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para entregar los premios al terminar la búsqueda que concluiría a las cuatro en
punto aunque no se hubiesen encontrado todos los huevos. En realidad, el final
llegó cuarenta y cinco minutos antes, a las tres y cuarto. Fue entonces cuando
explotó la fundición. Al ponerse el sol, se habían extraído sesenta y dos cadáveres
de entre las ruinas. La cuenta final fue de ciento dos, de los cuales ochenta y ocho
eran niños. El miércoles siguiente, mientras la ciudad aún guardaba un aturdido
silencio ante la tragedia, una mujer encontró la cabeza de Robert Dohay, de nueve
años, enredada entre las ramas de un manzano, en el fondo de su casa; tenía
chocolate entre los dientes y sangre en el pelo. Fue el último de los muertos
hallados. De ocho niños y un adulto no volvió a saberse nada. Ésta constituye la
peor tragedia en la historia de Derry, peor aún que el incendio del Black Spot, en
1930, y jamás recibió explicación. Las cuatro calderas de la fundición estaban
cerradas. No sólo puestas al mínimo, cerradas por completo.
Pero el porcentaje de asesinatos en Derry es seis veces mayor que el de otras
ciudades similares de Nueva Inglaterra. Mis primeras conclusiones al respecto me
resultaron tan difíciles de creer que entregué las cifras a un estudiante de
secundaria, que suele pasar aquí, en la biblioteca, el poco tiempo que no pasa
frente a su ordenador. Él llegó más allá (no es sólo un tragalibros, sino un
exagerado): agregó otras doce ciudades pequeñas y me entregó un gráfico
computarizado donde Derry sobresalía como un pulgar herido. "Parece que aquí la
gente tiene mal carácter, señor Hanlon", fue su único comentario. No respondí. De
lo contrario, debería haberle dicho que algo, en Derry, tiene mal carácter.
Aquí, en Derry, los niños desaparecen sin explicación y sin que se los vuelva a
ver, de cuarenta a sesenta por año. La mayoría son adolescentes. Se supone que
huyen del hogar. Supongo que en algunos casos es así.
Y durante lo que Albert Carson llamaría, sin duda, el ciclo, la tasa de
desapariciones se dispara. En 1930, por ejemplo, año en que se incendió el Black
Spot, hubo más de 160 desapariciones de niños en Derry; debemos recordar que
éstas son sólo las que fueron denunciadas a la policía y, por lo tanto, están
documentadas. "No tiene nada de sorprendente -me dijo el jefe de policía actual
cuando le enseñé la estadística-. Fue por la Depresión. La mayoría se habrá
cansado de tomar sopa de patatas o de pasar hambre en la casa. Seguramente se
fueron siguiendo las vías, en busca de algo mejor."
Durante 1958, se denunció en Derry la desaparición de 127 niños cuyas edades
variaban entre tres y diecinueve años. "¿Había depresión en 1958?", pregunté al
jefe Rademacher. "No -dijo-, pero la gente se muda mucho, Hanlon. Los chicos, en
particular, son ligeros de pies. Discuten con los padres por haber llegado tarde a
casa y se van."
Enseñé al jefe Rademacher la fotografía de Chad Lowe que había publicado el
Derry News en abril de 1958. "¿Le parece que éste puede haber huido después de
discutir con los padres por llegar tarde, Rademacher? Tenía tres años y medio
cuando desapareció."
Rademacher, clavándome una mirada agria, me dijo que había sido un placer
conversar conmigo, pero que, Si no tenía nada más que preguntar, estaba
ocupado.
Haunted, haunting, haunt, dicen en inglés.