Page 129 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 129

Acababa de despedir estupendamente una pelota y sus compañeros de equipo lo
                esperaban para vitorearlo en el home plate. Lo llevaron en andas. En el sueño,
                casi reventaba de orgullo y felicidad. Pero entonces había mirado hacia el campo
                central donde una cerca marcaba el límite entre el parque y el terreno cubierto de
                pastos que descendía hacia Los Barrens. Entre sus hierbas enredadas y esos
                matorrales bajos, había una silueta de pie. Sostenía un manojo de globos rojos,
                amarillos, azules, verdes, con una mano enguantada en blanco. Lo llamaba con la
                otra. Ben no podía verle la cara, pero sí el traje abolsado con grandes pompones
                color naranja a lo largo de la pechera y una corbata de lazo amarilla.
                   Era un payaso.
                   "Azí ez, tezoro", asintió una voz fantasmal.
                   A la mañana siguiente, al despertar, Ben había olvidado el sueño, pero su
                almohada estaba húmeda, como si hubiera llorado durante la noche.



                   7.

                   Fue hasta el escritorio principal de la biblioteca infantil sacudiéndose la estela de
                pensamientos dejados por el cartel del toque de queda, con tanta facilidad como el
                perro se sacude el agua después de nadar.

                   --Hola, Benny -dijo la señora Starrett. Al igual que la señora Douglas en la
                escuela, sentía una sincera simpatía por Ben. A los adultos, especialmente a
                aquellos encargados de disciplinar a los niños, les gustaba Ben porque era cortés,
                suave al hablar, considerado, y a veces hasta divertido. Por esas mismas razones,
                la mayor parte de los chicos lo tenía por un pelmazo-. ¿Ya te has aburrido de las
                vacaciones?
                   Ben sonrió. Era un chiste habitual de la señora Starrett.
                   --Todavía no -dijo-. Acaban de empezar. -Consultó su reloj-. Una hora y
                diecisiete minutos. Déme una hora más.
                   La señora Starrett se echó a reír cubriéndose la boca para no hacer ruido.
                Preguntó a Ben si quería inscribirse en el programa de lectura de verano, y él dijo
                que sí. Le entregó un mapa de Estados Unidos y Ben le dio las gracias.
                   Se alejó hacia las estanterías, sacando un libro aquí y allá para echarle un
                vistazo antes de volver a guardarlo. Elegir un libro no era cosa de broma. Había
                que andar con cuidado. Los adultos podían sacar tantos como quisieran, pero los
                niños sólo podían llevar tres por vez. Si uno elegía uno aburrido, tenía que
                aguantárselo.
                   Por fin eligió tres: Bravucón, El potro negro y uno que no conocía: Carretera
                peligrosa, su autor era un tal Henry Gregor Felsen.
                   --Tal vez éste no te guste -comentó la señora Starrett, al sellar el libro-. Es muy
                fuerte. Se lo recomiendo a los adolescentes, sobre todo a los que acaban de sacar
                el carnet de conducir, porque les da que pensar. Supongo que les hace aminorar
                la velocidad por una semana.
                   --Bueno, le echaré una ojeada -dijo Ben y se llevó los libros a una de las mesas,
                lejos del rincón de Pooh, donde el cabrito de Big Billy estaba por dar grandes
                dolores de cabeza al duende del puente.
   124   125   126   127   128   129   130   131   132   133   134