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pelirrojo sujeto en una coleta. "Quiero hacerte una pregunta, Ben -decía en su
                mente la niña de su imaginación-, y tienes que jurar que me dirás la verdad. -Le
                mostraba la tarjeta postal-. ¿Tú escribiste esto?"
                   Era una fantasía terrible. Era una fantasía maravillosa. Ben quiso borrarla. Ben
                quiso que se prolongara para siempre. Su rostro comenzaba a arder.
                   Caminó, soñó, cambió los libros de un brazo al otro y comenzó a silbar.
                "Pensarás que estoy loca -dijo Beverly-, pero creo que quiero besarte." Sus labios
                se entreabrieron.
                   Los de Ben quedaron, de pronto, demasiado secos para silbar.
                   --Creo qué yo también quiero -susurró, y sonrió. Si en ese momento hubiera
                mirado hacia atrás, habría visto brotar tres sombras alrededor de la suya. Si
                hubiera estado escuchando, habría oído resonar las botas de Victor, que se
                acercaba, con Belch y Henry. Pero no veía ni oía nada. Ben estaba muy lejos
                sintiendo los suaves labios de Beverly rozar los suyos y levantando sus manos
                tímidas para tocar el opaco fuego irlandés de la cabellera de ella.



                   9.


                   Como muchas ciudades, grandes o pequeñas, Derry no había sido planificada.
                Creció, simplemente. Para empezar, los urbanistas nunca la habrían situado en
                ese sitio. El centro de Derry estaba en un valle formado por el riachuelo
                Kenduskeag que cruzaba el distrito comercial en diagonal, de sudoeste a
                nordeste. El resto de la ciudad había invadido las laderas de las colinas
                circundantes.
                   El valle al que llegaron los pobladores originarios había sido pantanoso, cubierto
                de densa vegetación. El arroyo y el río Penobscot, en el cual vertía el
                Kenduskeag, era ventajoso para los comerciantes, pero una gran desventaja para
                quienes tenían cultivos o construían sus casas demasiado cerca de ellos, en
                especial por el Kenduskeag, que desbordaba cada tres o cuatro años. La ciudad
                seguía propensa a las inundaciones a pesar de las grandes sumas de dinero
                gastadas en los últimos cincuenta años para controlar el problema. Si las
                inundaciones se hubieran debido sólo al riachuelo en sí, con un sistema de diques
                se habría resuelto la cuestión. Sin embargo, había otros factores. Uno eran las
                bajas riberas del Kenduskeag. Otro, lo lento del drenaje. Desde principios del siglo
                se habían producido muchas inundaciones graves en Derry, y en 1931 una
                verdaderamente desastrosa. Para empeorar las cosas, las colinas donde se
                levantaba gran parte de Derry estaban atravesadas por pequeños cursos de agua,
                como el arroyo Torrault, donde había sido encontrado el cadáver de Cheryl
                Lamonica. En períodos de lluvias abundantes era muy posible que se
                desbordaran. "Si llueve dos semanas seguidas, a toda la maldita ciudad le da
                sinusitis", había dicho el padre de Bill el Tartaja.
                   El Kenduskeag discurría enjaulado en un canal de cemento a lo largo de tres
                kilómetros a su paso por la ciudad. Ese canal se hundía bajo Main Street, en la
                intersección con Canal Street, convirtiéndose en un río subterráneo por unos
                ochocientos metros, antes de volver a la superficie en el parque Bassey. Canal
                Street, donde se alineaban casi todos los bares de Derry como delincuentes en un
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