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--Nada de peleas a la hora del desayuno, por favor -dijo Maggie Tozier a su
                esposo, mientras traía los huevos de Richie a la mesa. Y a Richie-: No me explico
                por qué quieres llenarte la cabeza con esa basura.
                   --Oh, mamá -dijo Richie.
                   Por fuera suplicaba; por dentro, se sentía jubiloso. Conocía a sus padres y
                estaba seguro de conseguir lo que buscaba: trabajo que hacer y permiso para ir a
                la función del sábado.
                   Went se inclinó hacia Richie, con una amplia sonrisa.
                   --Creo que te tengo exactamente donde quería. -dijo.
                   --¿De veras, papi? -Richie también sonrió... algo intranquilo.
                   --Oh, sí. ¿Te has fijado en nuestro césped?
                   --Por cierto que sí, jefe -respondió Richie, tratando otra vez de convertirse en
                Toodles-. Un poco desastrado, ¿eh-wot?
                   --Wot-wot -concordó el padre-. Y tú, Richie, te encargarás de remediar ese
                estado.
                   --¿Yo?
                   --Tú. Lo cortarás, Richie.
                   --Sí, papá, por supuesto -dijo Richie.
                   Pero una sospecha terrible acababa de florecer en su mente. Tal vez su padre
                no se refería sólo al césped del frente.
                   La sonrisa de Wentworth Tozier se ensanchó hasta convertirse en la mueca
                sanguinaria de un tiburón.
                   --Todo. El del frente, el de atrás y el de los lados. Cuando termines, te daré dos
                pavos.
                   --No entiendo, papá -dijo Richie, pero temía entender.
                   --Dos dólares.
                   --¿Dos dólares por todo el césped? -exclamó Richie, ofendido-. ¡Pero si es el
                más grande de la manzana! ¡Caramba, papá!
                   Went suspiró y volvió a tomar el periódico. Richie leyó el titular de la primera
                plana: ""Nuevos temores por la desaparición de un niño""
                   Pensó por un instante en el extraño álbum de George Denbrough, pero eso
                había sido una alucinación, seguramente... y de cualquier modo, eso había sido
                ayer y hoy era hoy.
                   --Supongo que no tienes tantas ganas de ver esas películas, después de todo -
                dijo Went, desde atrás del periódico.
                   Un momento después, sus ojos aparecieron por arriba, estudiando a Richie con
                un aire bastante presumido. Estudiándolo como el jugador que tiene cuatro cartas
                de un mismo palo estudia a su adversario por sobre el abanico de cartas.
                   --Cuando se lo encargas a los mellizos Clark, le das dos dólares a cada uno.
                   --Eso es cierto -admitió Went-. Pero ellos no quieren ir mañana al cine. De lo
                contrario, han de tener fondos suficientes porque últimamente no han venido a
                verificar el estado del césped que rodea nuestra casa. Tú, por el contrario, deseas
                ir y careces de los fondos necesarios. Esa presión que sientes en la cintura puede
                deberse a los cinco panqueques y a los dos huevos de tu desayuno, Richie, o a
                que te tengo agarrado. ¿Wot-wot?
                   Los ojos de Went volvieron a perderse tras el periódico.
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