Page 359 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 359

Al cabo de un momento, Eddie, riendo, se tapó la nariz y se unió a la broma.
                Beverly hizo lo mismo.
                   --¡Está bien! -protestó Richie, riendo también-. ¡Está bien, renuncio! ¡Por el amor
                de Dios!
                   --Oh, muchachos -dijo Eddie, derrumbándose en la silla, casi llorando de risa-.
                Esta vez hemos ganado, Bocazas. Bravo, Ben.
                   Ben estaba sonriendo, pero parecía algo extrañado.
                   --Bip-bip -repitió Bev, riendo-. Me había olvidado de eso. Te lo hacíamos a cada
                rato, Richie.
                   --Porque vosotros nunca supisteis apreciar el talento, eso es todo -replicó Richie.
                Como en los viejos tiempos, se le podía hacer perder el equilibrio, pero era como
                uno de esos muñecos con base pesada: casi de inmediato volvía a levantarse-.
                Ésa fue una de tus pequeñas contribuciones al club de los fracasados, ¿verdad,
                Ben?
                   --Si, eso creo.
                   --¡Qué hombre! -exclamó Richie, con voz estremecida de admiración. Y
                comenzó a hacer grandes reverencias sobre la mesa, casi metiendo la nariz en su
                taza de té cada vez que descendía-. ¡Qué hombre, caramba, qué hombre!
                   --Bip-bip, Richie -dijo Ben, solemne. De pronto soltó una franca risa de barítono,
                muy diferente de su vacilante voz de la infancia-. Sigues siendo el mismo
                Correcaminos de siempre.
                   --Bueno, ¿queréis que os lo cuente o no? -preguntó Richie-. Por mi parte, me da
                igual. Abucheadme hasta cansaros. Yo sé resistir los ataques. Estáis hablando
                con el hombre que una vez entrevistó a Ozzy Osbourne.
                   --Cuenta -dijo Bill.
                   Echó un vistazo a Mike; se lo veía más feliz (o más relajado) desde el comienzo
                del almuerzo. ¿Era acaso porque veía el vínculo mutuo casi inconsciente que
                estaba produciéndose, ese fácil volver a los antiguos papeles que casi nunca se
                produce cuando se reúnen viejos amigos? Bill pensó que sí. Y pensó también: "Si
                existen ciertas condiciones previas para la fe en la magia que posibilita el uso de
                esa magia, tal vez esas condiciones previas aparecerán solas, inevitablemente". El
                pensamiento no le resultó muy reconfortante. Le hizo sentirse atado a la punta de
                un misil teledirigido.
                   Bip-bip, por cierto.
                   --Bueno -estaba diciendo Richie-, puedo hacer de esto una historia larga y triste
                o la versión para historietas, al estilo Lorenzo y Pepita. Pero me ajustaré a un
                término medio. Un año después de marcharme a California conocí a una
                muchacha, y los dos nos enamoramos. Comenzamos a vivir juntos. Al principio
                ella tomaba la píldora, pero no le sentaba bien. Habló de conseguir un dispositivo
                intrauterino, pero a mí no me gustaba mucho la idea; los periódicos empezaban a
                publicar las primeras noticias de que no eran del todo inócuos.
                   >Habíamos hablado mucho de los hijos y teníamos decidido que no queríamos
                tenerlos, ni siquiera si llegábamos a legalizar la relación. Que era irresponsable
                traer niños a un mundo tan amenazado, peligroso y superpoblado, blabla-bla,
                vamos a poner una bomba en el lavabo del Bank of America y después
                vendremos a fumar un poco de marihuana mientras hablamos de las diferencias
                entre el maoísmo y el trotskismo. ¿Entendéis?
   354   355   356   357   358   359   360   361   362   363   364