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mejillas enrojecidas, el barquito de papel en una mano, abrochándose el
impermeable con la otra. Georgie, que le daba las gracias y le besaba la mejilla
afiebrada. "Gracias Bill. Es un barco muy bonito."
Sintió que la vieja cólera le subía. Pero en este momento era adulto, dotado de
una perspectiva más amplia. Ya no era sólo por Georgie. Por su cabeza desfiló
una horrible lista de nombres: Betty Ripsom, descubierta congelada en el suelo;
Cheryl Lamonica, pescada en el Kenduskeag; Matthew Clements, arrancado de su
triciclo; Verónica Grogan, de nueve años, encontrada en una cloaca; Steven
Johnson, Lisa Albrecht, tantos otros... y sólo Dios sabía cuántos de los
desaparecidos.
Levantó lentamente la mano y dijo:
--Acabemos con él. Esta vez lo haremos de verdad.
Por un momento, su mano se exhibió allí, sola, como la mano del único chico en
toda la clase que conoce la respuesta acertada, el que todos los alumnos
detestan. Por fin, Richie suspiró y levantó la mano diciendo:
--Joder. No puede ser peor que entrevistar a Ozzy Osbourne.
Beverly levantó la mano. Había recobrado el color, pero en manchas intensas
que le encendían los pómulos. Parecía a un tiempo muy exaltada y asustada.
Mike levantó la mano.
Ben lo imitó.
Eddie Kaspbrak se reclinó en la silla, como si quisiera fundirse con ella para
desaparecer. Su rostro, flaco y de aspecto delicado, mostraba un miedo
angustioso; miró a derecha e izquierda y, finalmente, a Bill. Por un momento, el
escritor tuvo la seguridad de que Eddie se levantaría y huiría de la habitación sin
mirar atrás. Pero levantó una mano y tomó su inhalador con la otra.
--¡Bien, Eds! -dijo Richie-. Apuesto a que esta vez vamos a pasarlo en grande.
--Bip-bip, Richie -respondió Eddie con voz temblorosa.
6. Los fracasados comen el postre.
--Bueno, Mike, ¿cuál era tu idea? -preguntó Bill. Rose, la camarera, había roto el
clima al entrar con un plato de galletas de la suerte. Recorrió con la vista a las seis
personas, que mantenían la mano en alto con amable falta de curiosidad. Todos la
bajaron deprisa. Nadie abrió la boca hasta que Rose volvió a retirarse.
--Es muy simple -dijo Mike-, pero también podría ser muy peligroso.
--Adelante -pidió Richie.
--Creo que por el resto del día deberíamos separarnos. Cada uno de nosotros
debería volver al sitio que mejor recuerde de Derry... exceptuando Los Barrens,
claro. No creo que ninguno de nosotros deba ir allí... al menos por ahora.
Consideradlo como una serie de giras turísticas a pie, si os parece.
--¿Cuál es el propósito, Mike?
--No estoy del todo seguro. Debéis comprender que me estoy guiando casi
enteramente por la intuición.
--Pero tiene buen ritmo y se puede bailar al compás -dijo Richie.
Los otros sonrieron. Mike, no; lo que hizo fue asentir.