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De la galleta de Beverly brotaba sangre como de una arteria cortada. Le empapó
la mano y corrió hasta el mantel blanco que cubría la mesa, manchándolo de un
rojo brillante que se esparció en líneas rosa.
Eddie Kaspbrak emitió un grito ahogado y se apartó bruscamente de la mesa.
Un bicho enorme, cuyo caparazón quitinoso era de un feo amarillo pardusco,
estaba saliendo de su galleta como de un capullo. Sus ojos de obsidiana miraban
ciegamente. Mientras trepaba al plato de Eddie, las migas de la galleta cayeron de
su lomo en una pequeña lluvia que Bill oyó con claridad; esa tarde, cuando
decidiera dormir por un par de horas, ese ruido acosaría sus sueños. Al liberarse
por completo, el bicho se frotó las patas traseras, emitiendo un zumbido seco,
chirriante. Era una especie de grillo, terriblemente mutado. Avanzó torpemente
hasta el borde del plato y cayó en el mantel, patas arriba.
--¡Oh, Dios! -logró decir Richie, con voz ahogada-. ¡Oh, Dios, Gran Bill, es un
ojo, Dios bendito, un ojo, maldición...!
Bill giró bruscamente la cabeza y vio que Richie tenía la vista fija en su galleta
de la suerte con una mueca de repulsión en la boca. Un trozo de la superficie
glaceada había caído al mantel dejando al descubierto un agujero desde el cual un
ojo humano miraba con vidriosa intensidad. Tenía migas de galletita esparcidas
por el iris pardo, inexpresivo, y clavadas en la esclerótica.
Ben Hanscom arrojó la galleta. No fue un gesto calculado, sino la reacción
sobresaltada de quien ha llevado una desagradable sorpresa. Mientras la galleta
rodaba por la mesa, Bill vio dos dientes dentro de ella, oscurecidas las raíces con
sangre seca. Repiqueteaban como semillas en una calabaza hueca.
Beverly estaba tomando aliento para gritar, con los ojos clavados en el grillo que
había salido de la galleta de Eddie; el bicho pataleaba tendido en el mantel.
Bill se puso en movimiento por mera reacción. "Por intuición -pensó, mientras se
arrojaba desde su asiento para plantar una mano sobre la boca de Beverly, un
instante antes de que surgiera el grito-. Heme aquí actuando por pura intuición.
Mike debería sentirse orgulloso de mí."
De la boca de Beverly no surgió un alarido, sino un ahogado "¡Mmmf!".
Eddie estaba emitiendo esos ruidos sibilantes que Bill recordaba con tanta
claridad. No era problema: un buen disparo de su viejo inhalador lo dejaría en
condiciones. Echó una mirada feroz a los otros, y lo que salió de su boca fue algo
de aquel verano, algo arcaico y muy adecuado al caso:
--¡Punto en boca! ¡Todo el mundo punto en boca! ¡Ni una palabra! ¡"Punto en
boca"!
Rich se pasó una mano por los labios. La tez de Mike había adquirido un sucio
color grisáceo, pero asintió. Todos se apartaban de la mesa. Bill no había abierto
su galleta, pero en ese momento vio que los costados se movían lentamente,
hinchándose una y otra vez.
--¡Mmmmff! -resopló otra vez Beverly, contra su mano. El aliento le hizo
cosquillas en la palma.
--Punto en boca, Bev -recomendó él, retirando la mano.
Ella parecía toda ojos. Tenía la boca torcida.
--Bill, Bill... ¿Has visto...?