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--Pero la anfitriona no vio nada -dijo Ben, mirando a Beverly-. Tal como tus
                padres no vieron la sangre en el lavabo.
                   --Sí -reconoció ella.
                   Se miraron bajo la fina lluvia primaveral.
                   Mike consultó su reloj.
                   --Dentro de veinte minutos pasa un autobús -dijo-. De lo contrario, puedo llevar a
                cuatro de vosotros en mi coche, si nos apretamos. También puedo llamar dos o
                tres taxis. Lo que queráis.
                   --Creo que iré caminando desde aquí -dijo Bill-. No sé a dónde voy, pero un poco
                de aire fresco me hará bien.
                   --Yo pediré un taxi -dijo Ben.
                   --Lo compartiré contigo, si me dejas en el centro -propuso Richie.
                   --Bueno. ¿Adónde vas?
                   Richie se encogió de hombros.
                   --Todavía no estoy seguro.
                   Los otros prefirieron esperar el autobús.
                   --Hasta las siete de la noche -les recordó Mike-. Id con cuidado.
                   Todos asintieron, aunque Bill se preguntó hasta qué punto se podía hacer una
                promesa así cuando se lidiaba con enemigos desconocidos y tan formidables. Iba
                a decirlo, pero observó la cara de sus amigos y comprendió que ya lo habían
                pensado. Entonces echó a andar, levantando una mano en breve ademán de
                despedida. El aire neblinoso era agradable contra la cara. La caminata hasta el
                centro sería larga, pero no importaba. Tenía mucho en que pensar. Era una suerte
                que la reunión hubiera terminado y que empezara lo serio.



                   XI. Paseos.

                   1. Ben Hanscom inicia la retirada.


                   Richie Tozier bajó del taxi en la triple intersección de las calles Kansas, Center y
                Main. Ben lo despidió en lo alto de Up Mile Hill. El conductor era el "hombre
                religioso" de Bill, pero ni Richie ni Ben lo sabían: Dave había guardado un moroso
                silencio. Ben habría podido bajarse con Richie, pero le pareció mejor que cada
                uno iniciara el paseo a solas.
                   De pie en la esquina de Kansas y Daltrey, Ben contempló al taxi que se perdía
                en el tráfico, con las manos hundidas en los bolsillos, tratando de quitarse de la
                mente la horrible escena del almuerzo. No pudo; sus pensamientos insistían en
                volver a esa mosca gris oscuro que había salido de la galleta de Bill, con sus alas
                venosas pegadas al lomo. Trataba de apartar de su mente esa imagen enfermiza
                y creía haberlo conseguido, sólo para descubrir, cinco minutos después, que su
                mente estaba otra vez en lo mismo. 705
                   "Estoy tratando de justificarla de algún modo", pensó, dando a la expresión, no
                el sentido moral, sino el matemático. Los edificios se construyen observando
                ciertas leyes naturales; las leyes naturales pueden expresarse en ecuaciones; las
                ecuaciones deben justificarse. ¿Dónde estaba la justificación de lo ocurrido menos
                de media hora antes?
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