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Melancólicamente divertido por el sordo dolor de la nostalgia, Ben subió los
                peldaños hasta la puerta de la biblioteca para adultos; se detuvo por un momento
                en la estrecha galería, justo detrás de las columnas, siempre tan alta y fresca, por
                caluroso que fuera el día. Después abrió la puerta con sus herrajes y una ranura
                para introducir libros y entró en el silencio.
                   La fuerza de los recuerdos estuvo a punto de aturdirlo al encontrarse bajo la
                mansa luz de los globos luminosos. No era una fuerza física, como un golpe en la
                mandíbula o una bofetada, sino esa extraña sensación de que el tiempo se dobla
                sobre si mismo, la sensación de algo ya vivido. Ben la había experimentado
                anteriormente, pero nunca con una fuerza tan desorientadora. Durante el par de
                segundos que estuvo junto a la puerta, se sintió literalmente perdido en el tiempo,
                sin estar seguro de su edad. ¿Tenía treinta, ocho, u once años?
                   Allí reinaba la misma quietud, quebrada sólo por algún susurro ocasional, el
                golpe seco de un bibliotecario sellando libros o avisos de vencimiento de
                préstamos, el discreto murmullo de las páginas al volverse. Amó la calidad de la
                luz como la había amado entonces. Entraba en diagonal por las altas ventanas,
                gris como ala de paloma en esa tarde lluviosa: una luz que tenía algo de
                soñolienta y perezosa.
                   Cruzó el suelo de linóleo rojo y negro cuyo diseño estaba borrado casi por
                completo, tratando, como en aquellos tiempos, de silenciar el ruido de sus pasos.
                La biblioteca para adultos se elevaba en una cúpula central, donde se
                amplificaban todos los sonidos.
                   Vio que las escaleras de hierro en caracol que llevaban a las estanterías aún
                estaban allí, una a cada lado del escritorio principal que tenía forma de herradura.
                Pero también vio un diminuto ascensor en forma de jaula que había sido agregado
                en algún momento de los veinticinco años transcurridos desde que él se fuese con
                su madre. Fue un alivio, en cierto modo: aligeraba esa sofocante sensación de
                cosa ya vivida.
                   Se sintió como, un invasor al cruzar el amplio espacio, como un espía de otro
                país. Esperaba que la bibliotecaria sentada ante el escritorio levantara la vista, lo
                mirara y le diera el alto con voz clara y sonora, que haría trizas la concentración de
                todos los lectores para centrarla en él. "¡Eh, usted! Sí, a usted le hablo. ¿Qué hace
                aquí? ¡No tiene nada que hacer aquí! ¡Usted es forastero! ¡Es de otro tiempo!
                ¡Salga de aquí ahora mismo, antes de que llame a la policía!"
                   La bibliotecaria levantó la vista, sí; era una joven bonita; por un momento
                absurdo, Ben tuvo la sensación de que la fantasía iba a hacerse realidad cuando
                aquellos ojos celestes se encontraron con los de él. Pero los ojos siguieron de
                largo, indiferentes, y Ben pudo volver a caminar. Si era un espía, no lo habían
                descubierto.
                   Pasó bajo el caracol de una de aquellas escaleras de hierro forjado estrechas y
                empinadas, para buscar el corredor que llevaba a la biblioteca infantil. Notó,
                divertido (y sólo después de haberlo hecho) que había cruzado otro camino de su
                antigua conducta: acababa de mirar hacia arriba, esperando, como cuando era
                niño, ver a alguna muchacha con faldas que bajara por esos escalones.
                Recordaba (ahora sí podía recordar) que cierto día, sin motivo alguno, a los ocho
                o nueve años, había mirado hacia arriba, directamente bajo la falda de una bonita
                estudiante de secundaria; sus ojos se toparon con una prenda interior de color
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