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>O tal vez soy demasiado duro con nuestra posición de entonces. Joder, éramos
jóvenes y razonablemente idealistas. La cuestión es que me hice cortar los cables,
como dicen los de Beverly Hills, con su elegancia infaliblemente vulgar. No hubo
ningún problema con la operación y no hubo efectos desagradables. Porque suele
haberlos, por si vosotros no lo sabéis. A un amigo mío se le hincharon las pelotas
hasta el tamaño de neumáticos de Cadillac. Yo iba a regalarle un par de tiradores
con dos toneles para el cumpleaños, pero se le deshincharon antes.
--Muestra de tu acostumbrado tacto -comentó Bill.
Beverly volvió a reír. Richie le dedicó una sonrisa.
--Gracias por esas palabras de apoyo, Bill. En tu último, libro utilizaste
doscientas seis veces la palabra "mierda". Las conté.
--Bip-bip, Bocazas -dijo Bill, solemne, y todos rieron.
A Bill le parecía casi imposible que, diez minutos antes, hubieran estado
hablando de niños asesinados.
--Sigue, oh Richie -lo instó Ben-. El tiempo avanza, implacable.
--Sandy y yo convivimos dos años y medio -prosiguió Richie-. Por dos veces
estuvimos a punto de casarnos. Tal como resultaron las cosas, creo que nos
ahorramos muchos dolores de cabeza y todo ese papeleo de los bienes
conyugales. Ella recibió un ofrecimiento para trabajar con una firma de abogados
de Washington más o menos al mismo tiempo que a mí me ofrecían un programa
de fin de semana en la KLAD; no era gran cosa, pero equivalía a tener un pie
dentro. Ella me dijo que era su gran oportunidad y que yo debía ser un machista
insensible, un verdadero cardo, si la retenía; más aun, ya estaba harta de
California. Yo le dije que para mí también era una gran oportunidad. Así que nos
tiramos los platos a la cabeza, y cuando se acabaron los platos, Sandy se fue.
Un año después, decidí tratar de revertir la vasectomía. No tenía motivos
valederos y sabía, por lo que había leído, que las probabilidades eran escasas.
Pero no me importó.
--¿Tenías alguna pareja estable, por entonces? -preguntó Bill.
--No, y eso es lo más curioso. -Richie frunció el entrecejo-. Simplemente un día
desperté con ese... no sé, ese antojo de hacerla revertir.
--Estabas loco, sin duda -intervino Eddie-. Anestesia general en vez de local,
cirugía... tal vez hasta una semana de hospitalización...
--Sí, el médico me dijo todo eso -respondió Richie-. Y yo le dije que, de cualquier
modo, quería hacerlo. No sé por qué. El médico me advirtió que el período de
recuperación sería doloroso y que el resultado no era seguro. Dije que no me
importaba y que me operara, cuanto antes. Y él me dijo: "Refrénese, hijo. Primero
quiero una muestra de esperma para asegurarme de que la operación sea
necesaria." Yo le dije: "¡Pero bueno, si me hicieron ese examen después de la
vasectomía, y estaba bien!" Él me dijo que algunas veces los vasos se
reconectaban espontáneamente. "¡Mierda! Eso no me lo habían dicho", dije yo. Él
me explicó que las posibilidades eran remotas, infinitesimales, pero antes de
emprender una operación tan delicada teníamos que comprobarlas. Así que entré
en el baño de caballeros, con un ejemplar de "Playboy", y llené un tazón.
--Bip-bip, Richie -dijo Beverly.
--Sí, tienes razón -reconoció Richie-. Lo de "Playboy" es mentira. En los
consultorios nunca hay revistas tan interesantes. La cuestión es que el médico me