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En uno de esos arrebatos de esclarecimiento que a veces experimentan quienes
                han sido dotados de curiosidad y penetración psicológica, Bill comprendió de
                pronto muchas cosas sobre Beverly y su marido, Tom alias el "Hombre Más
                Grande del Mundo". Beverly se había sometido a los exámenes de fertilidad, pero
                lo más probable era que el "Hombre Más Grande del Mundo" se hubiera negado a
                considerar, siquiera por un momento, la posibilidad de que algo fallara en el
                esperma que se fabricaba en sus Bolsas Sagradas.
                   --¿Qué hay de ti y tu esposa, Gran Bill? -intervino Rich-. ¿Lo habéis intentado?
                   Todos lo miraron con curiosidad... porque estaba casado con una mujer a la que
                todos conocían. Audra no era la mejor actriz ni la mujer más adorada del mundo,
                pero sí la clase de celebridad que, de algún modo, había reemplazado al talento
                como moneda de cambio en la última mitad del siglo Xx. Era una desconocida
                cuyo rostro adorable les era familiar. Beverly, en especial, parecía llena de
                curiosidad.
                   --Lo hemos intentado de vez en cuando, desde hace seis años -dijo Bill-. En los
                últimos ocho meses no, por la película que estamos filmando. Se titula
                "Buhardilla".
                   --¿Sabes?, todos los días, de cinco y cuarto a cinco y media de la tarde,
                tenemos un programita de entretenimientos titulado "Visitando a las estrellas" -
                comentó Richie-. La semana pasada se ocuparon de esa famosa película,
                destacando lo del matrimonio que trabaja unido y todo eso. Mencionaron tu
                nombre y el de ella, pero no los relacioné contigo.
                   --Es curioso -dijo Bill-. El caso es que a Audra le pareció inoportuno quedar
                embarazada justo antes de pasarse diez semanas en actuaciones fatigosas,
                considerando que estaría descompuesta por las mañanas. Pero queremos tener
                hijos, sí. Y lo hemos intentado mucho.
                   --¿Habéis hecho exámenes de fertilidad? -preguntó Ben.
                   --Ajá, hace cuatro años, en Nueva York. Los médicos descubrieron un
                pequeñísimo tumor benigno en el útero de Audra. Dijeron que era una suerte,
                pues, aunque no le habría impedido quedar embarazada, podría haber provocado
                un embarazo extrauterino. Pero tanto ella como yo somos fértiles.
                   Eddie repitió tercamente:
                   --Eso no demuestra nada.
                   --Pero es sugestivo -murmuró Ben.
                   --Y por tu parte, Ben -preguntó Bill-, ¿no ha habido ningún pequeño accidente?
                   --Nunca me casé, siempre he tenido cuidado y no ha habido ningún juicio por
                paternidad -dijo Ben-. Aparte de eso, no puedo asegurar nada.
                   --¿Queréis escuchar una historia divertida? -preguntó Richie, con voz de policía
                irlandés.
                   Era una estupenda voz de policía irlandés. "Has mejorado de un modo indecible,
                Richie -pensó Bill-. Cuando chico no te salía, por mucho que lo intentaras. Sólo
                una vez... o dos... ¿cuándo
                   ("los fuegos fatuos")
                   fue?
                   --Y no olvides esta recomendación, querido amiguito.
                   De pronto, Ben Hanscom se tapó la nariz y exclamó, con aguda voz de niño:
                   --¡Bip-bip, Richie! ¡Bip-bip! ¡Bip-bip!
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