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no pudo evitar que enrojecieran. Sólo por el primer borrador del guión de "El
                desván" le habían pagado diez mil más que la suma mencionada por Mike. Le
                habían prometido veinte mil dólares por cada uno de los manuscritos adicionales
                que pudiesen hacer falta. Además, estaban los derechos de autor... y un suculento
                adelanto por dos libros que acababa de prometer por contrato. ¿Cuánto había
                declarado en 1984? Algo más de ochocientos mil dólares. Una suma que llegaba a
                parecer casi monstruosa junto a las ganancias que Mike había declarado: apenas
                once mil anuales.
                   "Conque eso te pagan por mantener el faro encendido, Mike, viejo amigo -pensó
                Bill-. ¡Por Dios, en algún momento habrías debido pedir aumento!"
                   Mike dijo:
                   --Bill Denbrough, novelista de éxito en una sociedad donde los novelistas son
                pocos, y menos aún los que pueden vivir de la profesión. Beverly Rogan,
                diseñadora de modas, actividad que cuenta con más interesados, pero con menos
                elegidos aún. Y ella es, de hecho, la más solicitada en toda la zona media del
                país, en la actualidad.
                   --Oh, no es por mí -dijo Beverly, emitiendo una risita nerviosa. Encendió otro
                cigarrillo con la colilla del anterior-. Es por Tom. El éxito es de él. Sin él, yo todavía
                estaría cambiando forros a faldas viejas. No tengo el menor sentido empresarial, y
                hasta Tom lo dice. Es sólo... por Tom, como os digo.
                   Dio una profunda calada a su cigarrillo y lo apagó.
                   --En mi humilde opinión, la dama eleva demasiadas protestas -observó Richie.
                   Ella giró rápidamente en el asiento y le clavó una mirada dura, algo ruborizada.
                   --¿Qué quieres decir, Richie Tozier?
                   --¡No me pegue, s.orita Sca.lett! -exclamó Richie con su aguda y temblorosa voz
                de negrito.
                   Y en ese momento Bill vio, con fantasmagórica claridad, al niño que conociera;
                no era sólo una presencia sustituida, que acechara bajo el exterior adulto de Rich,
                sino una criatura casi más real que el hombre mismo.
                   --¡No me pegue! Deje que le traiga otro jarabe de menta, s.orita Sca.lett, pu.e
                que lo beba en el po.che, que está un poquito más fresco. ¡No azote a este pobre
                negrito!
                   --Eres incorregible, Richie -dijo Beverly fríamente-. ¿Por qué no maduras?
                   Richie la miró; su sonrisa se desvanecía lentamente en la incertidumbre.
                   --Hasta que volví a esta ciudad, creía haberlo hecho -dijo.
                   Tú, Rich -continuó Mike-, quizá eres el discjockey más cotizado del país. Tienes
                a Los Angeles en la palma de la mano. Además, cuentas con dos programas de
                difusión nacional, uno de los cuales está entre los cuarenta de mayor audiencia, y
                otro llamado "Los chiflados Cuarenta"...
                   --Andate con cuidado, tonto -dijo Richie, con la gruñona voz de Mr. T, aunque
                estaba ruborizado-. Te voy a cambiar de lugar el frente y el dorso. Te haré cirugía
                cerebral con el puño. Te...
                   --Eddie -prosiguió Mike, sin prestarle atención-, tú tienes un próspero servicio de
                limusinas en una ciudad donde tienes que andar a los codazos entre lujosos
                coches con chófer cuando cruzas la calle. En Nueva York van a la quiebra dos
                compañías de ésas por semana, pero a ti te va muy bien.
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