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--¿Estás seguro, Mike? -Y luego, tras una larga pausa-: Está bien, comprendo.
Sí, voy a... Sí, todo. Entiendo. Yo... ¿Qué...? No, no puedo prometerte
exactamente eso, pero lo pensaré. Ya sabes que... ¿eh? ¿De veras...? ¡Por
supuesto! Sí, claro que sí. Sí... claro... gracias... sí. Adiós.
Y colgó.
Patty lo miró y vio que estaba con la vista perdida en el vacío, sobre el televisor.
En la pantalla, el público aplaudía a la familia Ryan que acababa de anotarse
doscientos ochenta puntos, la mayoría de ellos por adivinar que el público
respondería "Matemáticas" a la pregunta "¿Qué asignatura le gusta menos al niño
de la familia?". Los Ryan saltaban y daban gritos de júbilo.
Stanley, en cambio, tenía el entrecejo fruncido. Más tarde, Patty diría a sus
padres que lo había visto palidecer y era cierto, pero no agregó que en ese
momento le había parecido sólo un efecto de la lámpara que tenía pantalla de
vidrio verde.
--¿Quién era, Stan?
--¿Qué ?
Se volvió y la miró. A Patty le pareció que estaba abstraído, ligeramente
fastidiado. Sólo más tarde, al evocar la escena una y otra vez, empezó a
comprender que Stan se estaba desconectando lentamente de la realidad. Su cara
era la de un hombre saliendo del azul del cielo hacia el negro de la nada.
--¿Quién llamó por teléfono?
--Nadie... Nadie, de veras. Creo que voy a darme un baño.
Y se levantó.
-¿A las siete?
Él, sin contestar, se limitó a salir del cuarto. Patty habría podido preguntarle si le
pasaba algo, incluso seguirlo para averiguar si se sentía mal del estómago; Stan
no tenía inhibiciones sexuales, pero solía mostrarse extrañamente recatado con
respecto a ciertas cosas. No habría sido nada extraño que hablara de darse un
baño cuando en realidad tenía ganas de vomitar algo que le había sentado mal.
Pero en ese momento estaban presentando a la familia Piscapo, y Patty sabía que
Richard Dawson no dejaría de decir algo divertido sobre ese apellido; además no
conseguía encontrar un botón negro, aunque estaba segura de que en la caja
había montones. Se escondían, por supuesto. No cabía otra explicación.
Así pues, no volvió a pensar en él hasta que terminó el programa. Cuando
aparecieron los créditos, levantó la vista y vio su silla vacía. Había oído correr el
agua en la bañera durante cinco o diez minutos después... Pero no había oído el
ruido de la nevera al abrirse. Eso significaba que Stan estaba arriba sin su lata de
cerveza. Alguien le había echado un problema sobre las espaldas con esa llamada
telefónica. Y ella, ¿había intentado ayudarlo? No. ¿Había tratado de sonsacarle
algo? No. ¿Había reparado en que algo iba mal? Tampoco. Todo por ese estúpido
programa de la tele. Ni siquiera podía achacar la culpa a los botones, eso era solo
una excusa.
Bueno, le llevaría una lata de cerveza y se sentaría a su lado, en el borde de la
bañera, para frotarle la espalda e incluso lavarle la cabeza. Así descubriría qué
problema lo preocupaba.
Sacó de la nevera una lata de cerveza y subió por la escalera. La primera señal
de alarma se disparó al ver que la puerta del baño estaba cerrada, no entornada.