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banquero para pedir rescate. Se pagaron los treinta mil dólares pedidos (una gran
                suma para aquellos tiempos), pero ellos, de todos modos, mataron al banquero.
                   >Por entonces, el Medio Oeste era demasiado peligroso para las bandas que
                operaban allí, así que Al, George y sus hombres huyeron al nordeste y alquilaron
                una finca grande por aquí, cerca del límite municipal de Newport, no lejos de
                donde están ahora las granjas Rhulin.
                   >Eso ocurrió en el verano de 1929, en julio o en agosto, quizá a principios de
                septiembre; no estoy seguro. Eran ocho: Al Bradley, George Bradley, Joe Conklin
                y su hermano Cal, un irlandés llamado Arthur Malloy, a quien apodaban "Cegatón",
                porque era corto de vista pero no se ponía las gafas a menos que fuera
                absolutamente necesario, y Patrick Caudy, un jovencito de Chicago del que decían
                que era un loco asesino, pero bello como un Adonis. También había dos mujeres
                en la banda: Kitty Donahue, la concubina de George Bradley, y Marie Hauser,
                quien pertenecía a Caudy, aunque a veces pasaba de mano en mano, según se
                contó después.
                   >Tenían una idea equivocada cuando llegaron aquí, hijo: creyeron que tan lejos
                de Indiana estarían a salvo.
                   >Por un tiempo se quedaron quietos, pero al fin se aburrieron y decidieron ir de
                caza. Tenían armas de sobra, pero andaban escasos de municiones. Así que el
                siete de octubre vinieron todos a Derry en dos automóviles. Patrick Caudy llevó a
                las mujeres de compra mientras los otros iban a la tienda de deportes de Machen.
                Kitty Donahue compró un vestido en Freese.s; murió con él puesto dos días
                después.
                   >Lal Machen atendió personalmente al hombre. Lal murió en 1959. Era
                demasiado gordo. Pero con la vista no tenía ningún problema y reconoció a Al
                Bradley en cuanto lo vio entrar, según dijo. Creyó reconocer a los otros, pero
                sobre Malloy no estuvo seguro hasta que lo vio ponerse las gafas para mirar unos
                cuchillos.
                   >Al Bradley se acercó a él y le dijo:
                   >--Necesitaríamos municiones.
                   >--Bueno, han venido al mejor lugar para eso -dijo Lal.
                   >Bradley le entregó un papel. Ese papel se ha perdido, por lo que sé, pero dijo
                Lal que dejaba frío a cualquiera. Querían quinientas balas del 38, ochocientas del
                45, sesenta del 50, que ya no se fabrica más, municiones para escopeta y mil
                balas del 22 para rifle corto y largo. Además, fíjate, seis mil balas para
                ametralladora del 45.
                   --¡Mierda! -exclamé.
                   El señor Keene esbozó su cínica sonrisa y me ofreció el frasco. Primero sacudí
                la cabeza, pero acabé por tomar otro regaliz. Keene continuó:
                   --Bonita lista de compras, chicos -dice Lal.
                   >--Vamos, Al -dijo "Cegatón" Malloy-, ya te dije que aquí no íbamos a conseguir
                nada. Vamos a Bangor. Allá tampoco encontraremos nada de esto, pero el paseo
                me vendrá bien.
                   >--Un momento -dice Lal, frío como un pescado-. No pienso perderme una venta
                como ésta para que la haga ese judío de Bangor. Puedo darles ahora mismo las
                del 22 y las de escopeta. En cuanto al resto podría tenérselo preparado... pasado
                mañana.
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