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--"G-g-glamour" -corrigió, Bill-. Con G de g-g-gato.
Les habló de lo que decía la enciclopedia sobre el tema y sobre un capítulo que
había leído en un libro llamado "La verdad de la noche". El "glamour", les dijo, era
el nombre gaélico de la criatura que, estaba asolando Derry; otras razas y otras
culturas tenían nombres diferentes para designarlo, pero todos significaban lo
mismo. Los indios de las llanuras lo llamaban "manitú"; a veces tomaba la forma
de un puma, un alce o un águila. Esos mismos indios creían que, a veces, el
espíritu de un "manitú" podía entrar en una persona; en esos casos, ellos podían
dar a las nubes la forma de los animales que daban nombre a sus casas. Los
himalayos le llamaban "tallus" o "taelus"; era un ser mágico y maligno que podía
leer los pensamientos y asumir la forma de aquello que uno más temía. En Europa
central se lo había llamado "eylak", hermano del "vurderlak" o vampiro. En Francia
era "le loup-garou", "el que cambia de piel", concepto torpemente traducido por
hombre-lobo. Pero bill les dijo que "le loup-garou" (que él pronunciaba "le lup-
garú") podía convertirse en cualquier cosa: en lobo, halcón, oveja y hasta en
bicho.
--¿Y alguno de esos libros decía cómo vencer a un "glamour"? -preguntó
Beverly.
Bill hizo un gesto de asentimiento, pero no parecía muy esperanzado.
--Los him-himalayos tenían un ri-ririto para de-de-deshacerse de e-e-él, pero es
as-asqueroso.
Lo miraron. No querían oírlo, pero era preciso.
--Ses-se llamaba ri-rito de "ChChüd" -dijo Bill, y paso a explicarlo.
El santón de los himalayos rastreaba al "taelus". El "taelus" sacaba la lengua.
Entonces uno hacía lo mismo. Se superponían las lenguas y los dos mordían con
fuerza hasta quedar como injertados, ojo contra ojo.
--Oh, tengo ganas de vomitar -dijo Beverly.
Ben le dio una palmadita vacilante en la espalda; luego miró alrededor para ver
si alguno se había dado cuenta. Nadie; los otros miraban a Bill, hipnotizados.
--¿Y entonces? -preguntó Eddie.
--B-b-bueno, pa-parece una l-l-locura, pero el libro d-d-dice que entonces
empezaban a c-c-contar chi-chistes y adivinanzas.
--¿Qué? -exclamó Stan.
Bill asintió, con la cara del periodista que desea transmitir, sin decirlo
directamente, que no es él quien fabrica la noticia, que se limita a transmitirla.
--A-Así. Pri-primero el monstruo, el "t-t-taelus", c-cuenta uno; des-después el
santón, y así, p-p-por tu-turnos...
Beverly volvió a sentarse, con las rodillas contra el pecho y las manos cruzadas
a la altura de las pantorrillas.
--No me explico cómo pueden hablar con las lenguas... clavadas de ese modo.
Richie sacó la lengua, la sujetó con los dedos y entonó:
--¡Mi padre trabaja en un cagadero!
Eso los hizo reír a todos, aunque era un chiste muy tonto.
--A-a-a lo m-mejor era por t-t-telepatía. P-p-pero s-si el hu-hu-humano reía pri-
primero, a ppp-esar del do-dodo...
--¿Dolor? -preguntó Stan.
Bill asintió.