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Pero, Mike no lo oyó por el barro que tenía en las orejas y por sus propios
sollozos aterrorizados.
Por fin, Henry pateó un -último terrón pegajoso contra él y se encaminó hacia su
casa sin mirar atrás. Pocos momentos después Mike se levantó e hizo otro tanto,
aún llorando.
Por supuesto, su madre se puso furiosa; quería que Will Hanlon llamara al
comisario Borton para que fuera a casa de los Bowers antes del anochecer.
--No es la primera vez que persigue a Mikey -le oyó decir el chico, sentado en la
bañera, mientras sus padres hablaban en la cocina. Era su segundo baño; el agua
del primero se había puesto negra casi en el instante en que se sumergió en ella.
La madre, en su cólera, había vuelto a su denso dialecto tejano, que al chico le era
apenas comprensible-. ¡Mándale la policía, Will Hanlon! ¡El perro y la criatura! Les
mandas a la policía, ¿me entiendes?
Will entendió, pero no hizo lo que su esposa le pedía. Al cabo de un rato, cuando
ella se hubo tranquilizado (por entonces era de noche y Mike dormía desde hacía
dos horas) él le recordó la realidad de la vida. El comisario Borton no era el viejo
Sullivan. Si hubiera ocupado ese puesto en la época del incidente con los pollos,
Will jamás habría conseguido sus doscientos dólares. Algunos hombres apoyaban;
otros, no. Borton era de estos últimos. En realidad, era un veleta.
--No es la primera vez que Mike tiene problemas con ese chico -dijo a Jessica-.
Pero no los tiene graves porque se cuida de Henry Bowers. Esto servirá para que
ponga aún más cuidado.
--Entonces, ¿vas a permitir que se salgan con la suya?
--Supongo que Bowers ha contado a su hijo muchas mentiras sobre lo que le
pasó conmigo -dijo Will-. Por eso el chico nos odia, y porque el padre le ha dicho
que hay que odiar a los negros. Todo se remonta a eso. No puedo cambiar el
hecho de que nuestro hijo es negro, así como no puedo decirte que Henry Bowers
será el último en odiarlo por el color de su piel. Tendrá que entenderse con eso
por el resto de su vida, como me ha pasado a mí y como te ha pasado a ti. Hasta
en esa escuela cristiana a la que te empeñaste en que fuese, la maestra les dijo
que los negros no eran tan buenos como los blancos porque Cam, hijo de Noé,
miró a su padre cuando estaba desnudo y borracho, mientras los otros dos hijos
apartaron la vista. Por eso los hijos de Cam fueron condenados a ser siempre
taladores de bosques y acarreadores de agua, les dijo. Y según Mikey, lo miraba
directamente a él mientras contaba la historia.
Jessica miró a su marido con expresión angustiada. Cayeron dos lágrimas, una
de cada ojo, que resbalaron lentamente por su cara.
--¿No hay forma de salvarse de esto, jamás?
La respuesta fue bondadosa, pero implacable; en aquellos tiempos, las mujeres
tenían fe en sus maridos Jessica no había recibido motivos para dudar de su Will.
--No. No hay modo de salvarse de que nos traten de negros, ni ahora ni en el
mundo en que hemos nacido. Los negros campesinos de Maine siguen siendo
negros. A veces pienso que, si volví a Derry, es porque no había mejor lugar para
recordarlo. Pero voy a hablar con nuestro hijo.
Al día siguiente llevó a Mike al granero. Will se sentó en el yugo del arado y dio
unas palmaditas a su lado, para que Mike lo imitara.
--Te conviene mantenerte lejos de Henry Bowers -le dijo.