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Ese día llevaba un par de gafas viejas. La víspera, amigo de Henry Bowers
llamado Gard Jagermeyer se le había acercado por detrás, en el momento en que
Richie había salido de la heladería con un barquillo de pistacho, y había gritado
"Tú te quedas", mientras lo golpeaba salvajemente en la espalda con los puños
entrelazados. Ese tal Jagermeyer pesaba unos dieciocho kilos más que Richie. Lo
arrojó a la alcantarilla haciéndole volar las gafas y el barquillo. Así se había roto el
cristal izquierdo: la madre estaba furiosa y había prestado muy poco oído a las
explicaciones del chico.
--Yo sólo sé que actúas a tontas y a locas -le había dicho-. Francamente, Richie,
¿crees que tenemos un árbol de gafas del que podemos arrancar un par nuevo
cada vez que rompes los viejos?
--Pero, mamá, ese chico me empujó vino por atrás, y era grande y me empujó...
Richie estaba al borde de las lágrimas. Esa imposibilidad de explicarse ante su
madre lo hacía sufrir más que verse arrojado a la alcantarilla por Gard
Jagermeyer, un tío tan estúpido que ni siquiera se habían molestado en enviarlo a
los cursos de verano.
--No quiero oír una palabra más -dijo Maggie Tozier, secamente-. Pero la
próxima vez que veas llegar a tu padre extenuado, después de trabajar hasta muy
tarde por tercera vez consecutiva, piensa un poco, Richie. Hazme el favor, piensa.
--Pero, mamá...
--Basta.
La voz de la madre sonó seca y definitiva; peor aún parecía a punto de llorar.
Salió del cuarto y el televisor se encendió a demasiado volumen. Richie se quedó
solo, miserablemente sentado ante la mesa de la cocina.
Fue ese recuerdo lo que hizo que Richie volviera a sacudir la cabeza.
--Mis padres son buenas personas, pero jamás creerán algo así.
--¿Y o-o-otros chi-chicos?
Miraron en derredor, recordaría Bill años más tarde, como buscando a alguien
que no estaba allí.
--¿Quién? -preguntó Stan-. No sé de nadie que merezca confianza.
--De cu-cu-cualquier modo... -dijo Bill con voz afligida.
Y se produjo un breve silencio, mientras él pensaba qué decir.
3.
Interrogado al respecto, Ben Hanscom habría dicho que Henry Bowers lo odiaba
más que a los otros Perdedores por lo que había ocurrido aquel día en Los
Barrens, al caer ambos desde Kansas Street y por lo que había ocurrido el día en
que él, con Richie y Beverly, habían escapado desde el Aladdin, pero, también y
sobre todo, porque, al no permitirle copiar de su examen, había hecho que lo
enviaran a los cursos de verano provocando la ira de su padre, Butch Bowers, que
tenía fama de loco.
Ante la misma pregunta, Richie Tozier habría dicho que Henry lo odiaba a él
más que a nadie por el día en que había escapado, por la gran tienda de Fresse,
de él y sus otros mosqueteros.