Page 452 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 452
--Lo vi sólo por un instante. Una vez las cosas se pusieron al rojo, estuve muy
atento a lo mío, claro. Pero en cierto momento me volví y lo vi calle arriba, entre
los suecos, bajo la marquesina del Bijou. No vestía de payaso ni nada de eso.
Llevaba un mono de granjero y una camisa de algodón. Pero tenía la cara cubierta
con esa pintura blanca que usan los payasos y una enorme sonrisa roja, pintada.
Además, tenía mechones de pelo artificial, de color naranja. Bastante cómico.
>Lal Machen no lo vio. Pero Biff, sí. Sólo que Biff debió de confundirse, porque
creyó verlo en una de las ventanas de un apartamento, a la izquierda. Y cuando
hablé del asunto con Jimmy gordon (lo mataron en Pearl Harbor, no sé si lo,
sabías; se hundió con su barco, el "California"), dijo haber visto a ese tipo detrás
del monumento a la guerra.
El señor Keene sacudió la cabeza, sonriendo.
--Es extraño, cómo se pone la gente en una cosa así y más extraño todavía lo
que recuerdan cuando todo pasa. Puedes escuchar dieciséis relatos diferentes: no
habrá dos que coincidan. Lo del arma que tenía ese payaso, por ejemplo...
--¿Qué arma? ¿También él disparaba?
--Exacto -dijo el señor Keene-. La única vez que lo vi parecía tener un
Winchester. Más tarde se me ocurrió que debió parecerme un Winchester porque
ésa era el arma que yo tenía. Biff Marlow creyó verlo con un Remington porque
era su propia arma. Y cuando interrogué a Jimmy, dijo que el tipo disparaba con
un viejo Springfield, como el suyo. Curioso, ¿no?
--Curioso -logró balbucir-. Señor Keene... ¿a ninguno de ustedes le extrañó ver
allí a un payaso vestido con un mono de granjero?
--Exacto -dijo él-. Nos extrañó, sí, aunque no era gran cosa, como
comprenderás. Imaginamos que sería alguien con ganas de participar, pero sin ser
reconocido. Tal vez un miembro del Concejo Municipal; Horst Mueller o Trace
Naugler, que por entonces era el alcalde. También pudo haber sido un profesional
que quería pasar inadvertido: un médico, un abogado. Yo no habría reconocido ni
a mi propio padre en aquel revuelo.
Rió un poquito. Le pregunté dónde estaba la gracia.
--También existe la posibilidad de que fuera un payaso de verdad. En aquella
época, la feria de Esty llegaba mucho antes que en la actualidad. La semana en
que los Bradley encontraron su final, esa feria estaba en lo mejor. Allí había
payasos. Tal vez alguno de ellos se enteró de que teníamos un carnaval propio y
vino a participar.
Sonrió secamente.
--Ya casi he terminado -dijo-, pero quiero contarte algo más, ya que pareces tan
interesado y escuchas con atención. Fue algo que Biff Marlow dijo quince años
más tarde mientras tomábamos unas cervezas en Bangor. Lo dijo de repente. sin
que tuviera nada que ver con lo que estábamos hablando. Dijo que ese payaso
estaba asomado por la ventana a tal punto que habría debido caerse. No asomaba
sólo la cabeza, los hombros y los brazos; Biff dijo que había sacado el cuerpo
hasta las rodillas y que estaba suspendido en el aire, disparando contra los
coches, con esa enorme sonrisa roja.
--Como si estuviera flotando -dije.
--Exacto -asintió el señor Keene-. Y Biff observó otra cosa, algo que lo inquietó
durante semanas. Una de esas cosas que uno tiene en la punta de la lengua, pero