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--Te estás portando como un maldito tramposo y eso no me gusta.
--A mí tampoco, pero tengo que irme.
--¿Adónde? ¿Por qué? ¿De qué se trata? Dímelo.
--Me ha llamado alguien. Alguien a quien conocí hace mucho tiempo. En otro
lugar. En aquella época sucedió algo. Hice una promesa. Todos prometimos que
volveríamos si ese algo volvía a empezar. Y parece que ha empezado.
--¿De qué algo estás hablando, Rich?
--Preferiría no decírtelo. -"Además, si te dijera la verdad me tomarías por loco:
no recuerdo nada."
--¿Cuándo hiciste esa famosa promesa?
--Hace mucho tiempo. En el verano de 1958.
Hubo una larga pausa. Sin duda Steve Covall estaba tratando de decidir si Rich
Discos Tozier, alias Buford Kissdrivel, alias Wyatt el Homicida de la Bolsa, etc., le
estaba tomando el pelo o estaba sufriendo una especie de colapso mental.
--Eras apenas un niño -dijo Steve.
--De once años.
Otra larga pausa. Rich esperaba, paciente.
--Está bien-dijo Steve-. Cambiaré los turnos. Haré que Mike te reemplace. Puedo
llamar a Chuck Foster para que haga algunos turnos, supongo, si descubro en qué
restaurante chino se ha refugiado últimamente. Voy a hacerlo porque hemos sido
amigos durante mucho tiempo. Pero no olvidaré que me has dejado plantado,
Rich.
-Corta el rollo -dijo Rich. Pero su dolor de cabeza iba de mal en peor. Sabía
perfectamente lo que estaba haciendo. ¿O Steve lo tomaba por un irresponsable?-
. Necesito unos días de licencia. Eso es todo. Y tú te portas como si te hubiera
fastidiado todos los planes.
--Unos días de licencia ¿para qué? ¿Para la reunión de ex boys scouts en las
Cataratas de Letrina, Dakota del Norte, o en Villa Fregona, Virginia?
--En realidad, creo que es en las Cataratas de Letrina, Arkansas -dijo Buford
Kissdrivel con su gran voz de barril vacío.
Pero Steve no se dejó distraer.
--¿Todo porque hiciste una promesa cuando tenías once años? ¡A los once años
no se hacen promesas en serio, por el amor de Dios! Y aunque así fuera, Rich,
esto no es una compañía de seguros ni un despacho de abogados, sino el mundo
del espectáculo, por Dios, y ya sabes de qué se trata, coño. Si me hubieras
avisado una semana atrás lo habría arreglado. Me estás poniendo entre la espada
y la pared y lo sabes, así que no insultes mi inteligencia.
Steve estaba hablando casi a gritos. Rich cerró los ojos. "No lo olvidaré", había
dicho Steve y Rich suponía que era cierto. Pero Steve también había dicho que los
chicos de once años no hacen promesas en serio y eso no tenía nada de cierto.
Rich no recordaba la promesa y ni siquiera estaba seguro de querer recordarlo,
pero había sido muy en serio.
--Tengo que irme, Steve.
--De acuerdo. Vete y déjame plantado, maldita sea.
--Steve, estás llev...
Pero Steve ya había colgado. Rich hizo lo propio. En el momento en que se
alejaba, el teléfono volvió a sonar. Aun antes de atender, supo que era otra vez