Page 49 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 49

de presas, vaqueros, hombres del espacio en un mundo selvático, fingiéndose
                todo lo que a uno se le puede ocurrir, pero no olvidemos de qué se trataba en
                realidad: se trataba de esconderse. Esconderse de los matones. Esconderse de
                Henry Bowers y de Victor Criss y de Belch Huggins y de todos los demás. Qué
                hatajo de perdedores habían sido: Stanley Uris con su narizota de chico judío; Bill
                Denbrough, que no podía decir otra cosa que "Haiio, Silver!" sin tartamudear;
                Beverly Marsh, con sus moretones y sus cigarrillos ocultos en las mangas de la
                blusa; Ben Hanscom, tan enorme que parecía la versión humana de Moby Dick y
                Richie Tozier, con sus gafas gruesas y sus excelentes calificaciones y su boca
                sabihonda y su cara pidiendo que la transformasen a golpes en formas nuevas y
                estimulantes. ¿Había una palabra que resumiese lo que habían sido? Oh, sí.
                Siempre la hubo. Le mot juste. En este caso, le mot juste era desastres.
                   Cómo volvía... cómo volvía todo... y allí estaba, en su madriguera, temblando
                con el desamparo de un pájaro sin nido en medio de una tormenta, temblando
                porque recordaba mucho más que a aquellos chicos de la infancia. Había otras
                cosas, cosas que en años no habían vuelto a su cabeza, cosas que ahora
                temblaban rozando la superficie.
                   Cosas sangrientas
                   Una oscuridad terrible.
                   La casa de la calle Neibolt y Bill gritando: "¡Tú, m-m-mataste a mi hermano, hijo
                de p-p-puta!"
                   ¿Lo recordaba ahora? Lo justo para no querer recordar nada más.
                   Un olor a basura, un olor a mierda y un olor a algo más. Algo peor que la mierda
                y la basura. Era el olor de la bestia, el olor de Eso, allá en la oscuridad, bajo Derry,
                donde las máquinas atronaban incesantemente. Se acordó, de George...
                   Pero eso fue demasiado. Corrió al baño, tropezando en el trayecto. Llegó... pero
                apenas. Patinó por los lustrosos mosaicos hasta el inodoro, de rodillas, como un
                loco bailarín de breakdance; agarrándose a los bordes, vomitó cuanto tenía en las
                entrañas. Pero ni siquiera así se le pasó. De pronto vio a Georgie Denbrough
                como si hubiera estado con él el día anterior. George, que había sido el comienzo
                de todo; Georgie, asesinado en el otoño de 1957. Georgie había muerto justo
                después de la inundación, con uno de los brazos arrancado de su articulación, y
                Rich había bloqueado todo en su memoria. Pero a veces esas cosas vuelven,
                claro que sí. Vuelven, a veces vuelven.
                   Pasó el espasmo y Rich tiró de la cadena. Hubo un rugir de agua. La cena que
                había comido temprano, regurgitada en trozos calientes, desapareció por las
                tuberías.
                   Hacia las cloacas.
                   Hacia el palpitar, el hedor y la oscuridad de las cloacas.
                   Bajó la tapa, apoyó en ella la frente y empezó a llorar. Era la primera vez que
                lloraba desde la muerte de su madre, en 1975. Sin siquiera pensar en lo que
                estaba haciendo, ahuecó las manos bajo los ojos; las lentillas de contacto se
                deslizaron hacia fuera y quedaron en la palma de su mano, centelleando.
                   Cuarenta minutos después, sintiéndose como si hubiera salido de un encierro,
                purificado, de algún modo, arrojó sus maletas al maletero de su Mg y sacó el
                coche del garaje. La luz ya menguaba. miró su casa, con sus nuevas plantas y
                miró la playa, el agua que había tomado el brillo de la esmeralda clara, partido por
   44   45   46   47   48   49   50   51   52   53   54