Page 512 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 512
bisagras descubriendo un párpado, negro. De esa negrura asomaron dos ojos que
provocaron a Richie un escalofrío. Pero eran sólo los ojos de Eddie Kaspbrak. Y
fue Eddie, a quien visitaría en el hospital una semana después, quien entonó, con
voz hueca:
--¿Quién camina, trip-trap, por mi puente?
Abajo, risitas y el fulgor de una linterna.
--Policías rurales, senorrr -respondió Richie con la voz de Pancho Villa, mientras
se retorcía un imaginario, bigote.
--¿Ah, sí? -inquirió Beverly, desde abajo-. ¡Documentación!
--¿Documentación? -exclamo Richie, encantado-. ¡No necesitamos ninguna
documentación, joder!
--Vete al infierno, Pancho -respondió Eddie, cerrando bruscamente el gran
párpado.
Abajo hubo más risitas apagadas.
--¡Salid con las manos en alto! -ordenó Bill con autoritaria voz de adulto.
Comenzó a pasearse por la trampilla de la casita, cubierta de hierba. El suelo
cedía a cada paso, pero sólo un poco porque la construcción era buena-. ¡No
tienen ninguna posibilidad! -bramó, imaginándose como el temerario Joe Friday de
la policía de Los Angeles-. ¡Salgan de ahí, vagabundos, o entraremos!
Para dar énfasis a su amenaza, dio un salto sobre el mismo sitio. Abajo sonaron
gritos y risas. Bill sonreía, sin darse cuenta de que Richie lo observaba con aire
sabio, no como un chico mira a otro, sino, por un momento, como un adulto mira a
un chico.
"No sabe que no siempre lo hace", pensó.
--Déjalos entrar, Ben, antes de que rompan el techo -dijo Bev.
Un momento después se abrió una trampilla, como la escotilla de un submarino.
Ben se asomó por ella, ruborizado, y Richie comprendió que había estado sentado
junto a Beverly.
Bill y Richie, se dejaron caer por la escotilla y Ben volvió a cerrar. Allí estaban
todos, cómodamente sentados contra las paredes de madera con las piernas
recogidas; las caras apenas eran visibles a la luz de la linterna.
--¿Q-q-qué hay de nuevo? -preguntó Bill.
--Poca cosa -dijo Ben. Estaba sentado junto a Beverly y su rostro lucía tan feliz
como arrebatado-. Estábamos...
--Cuéntales, Ben -interrumpió Eddie-. ¡Cuéntales la historia y veremos qué
opinan!
Richie se sentó entre Mike y Ben, rodeando sus rodillas con las manos
entrelazadas. Allí abajo hacía un fresco delicioso... y había un "secreto" delicioso.
Siguiendo el rayo de la linterna, que pasaba de cara a cara, olvidó
momentáneamente lo, que tanto lo había asombrado un minuto antes.
--¿De qué estáis hablando?
--Oh, Ben estaba contándonos cierta ceremonia de los indios -dijo Bev-. Pero,
Stan tiene razón, Eddie: te haría nada bien para el asma.
--A lo mejor no me hace nada -replicó Eddie (y Richie notó que el chico, para
crédito suyo, sólo parecía levemente inquieto)-. Habitualmente me pasa sólo
cuando me pongo nervioso. Y me gustaría probar.
--¿P-p-probar q-q-qué? -preguntó Bill.