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--La ceremonia del pozo de humo -dijo Eddie.
                   -¿Y e-e-eso qué es?
                   El rayo de la linterna de Ben derivó hacia arriba y Richie lo siguió con los ojos.
                Vagaba sin sentido por el techo de madera de la casita mientras Ben les
                explicaba. Cruzó los paneles astillados de la puerta de caoba que tres días antes
                habían traído entre los siete desde el vertedero. Había sido el día antes de que se
                descubriera el cadáver de Jimmy Cullum. Lo único que Richie recordaba de Jimmy
                Cullum, un chiquillo tranquilo que también usaba gafas, era que le gustaba jugar al
                escondite en los días de lluvia. "Ya no volverá a jugar", pensó Richie. En la
                penumbra, nadie notó su estremecimiento, pero Mike Hanlon, que estaba sentado
                junto a él hombro contra hombro, le echó una mirada de curiosidad.
                   --Bueno, la semana pasada saque un libro de la biblioteca -estaba diciendo Ben-
                . Se llama "Espíritus de las grandes llanuras" y trata de las tribus indias que vivían
                en el Oeste, hace ciento cincuenta anos. Payutes, pauníes, kiowas, otoes y
                comanches. El libro es muy interesante. Me encantaría ir a la zona donde ellos
                vivieron: Iowa, Nebraska, Colorado, Utah...
                   --Cálmate y cuenta lo de la ceremonia del pozo de humo -ordenó Beverly
                dándole un codazo.
                   --Está bien -dijo él
                   Richie se dijo que habría dado la misma respuesta si Beverly le hubiese dado un
                codazo, ordenando: "Bébete el veneno, ¿quieres?"
                   --Casi todos esos indios tenían una ceremonia especial y nuestra casita me hizo
                pensar en ella. Cuando querían tomar una decisión importante, ya fuese ir tras los
                rebaños de búfalos, buscar agua fresca o iniciar una guerra contra sus enemigos,
                cavaban un agujero grande en el suelo y lo cubrían completamente de ramas,
                dejando una pequeña ventilación.
                   --El po-po-pozo de humo -dijo Bill.
                   --La celeridad de tu mente no deja de asombrarme, Gran Bill -dijo Richie-.
                Deberías presentarte a los programas de preguntas y respuestas de la televisión.
                   Estoy seguro de que ganarías una fortuna.
                   Bill hizo ademán de atacarlo y Richie retrocedió, dándose un buen golpe con el
                entablado.
                   --¡Ay!
                   --T-t-te lo, me-mereces -dijo Bill.
                   --Te mataré, maldito gringo -repuso Richie-. No necesitamos ninguna cre...
                   --¿Queréis dejarlo? -protestó Beverly-. Esto es muy interesante.
                   Y favoreció a Ben con una mirada tan cálida que Richie temió ver salir una
                voluta de humo de las orejas del gordo.
                   --Bu-bu-bueno, Ben -dijo Bill-. S-s-sigue.
                   --Está bien -graznó Ben. Tuvo que carraspear para seguir hablando-. Cuando el
                pozo de humo estaba terminado, encendían fuego en el fondo usando leña verde
                para conseguir una fogata bien humeante. Después, todos los guerreros bajaban a
                sentarse alrededor del fuego. El lugar se llenaba de humo. El libro dice que era
                una ceremonia religiosa, pero también era una especie de certamen. Al cabo de
                medio día, la mayor parte de los guerreros salían de allí, porque no podían seguir
                soportando el humo, sólo se quedaban dos o tres. Y se suponía que ésos tenían
                visiones.
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