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--Es por lo que dijo Stan -apuntó Eddie-. Lo del humo. Bill dice que realmente
                podría ocurrir que todos nos desmayásemos aquí abajo. Y moriríamos. Dice Bill
                que es lo que pasa en casi todos los incendios: la gente no se quema, muere
                asfixiada por el humo.
                   Beverly giró hacia Eddie.
                   --Bueno, está bien. ¿Él quiere que alguien se quede arriba por si hay
                problemas?
                   El chico asintió, angustiado.
                   --¿Por qué no te quedas tú, que tienes asma?
                   Eddie no dijo nada. Beverly se volvió hacia Bill, mientras los otros, con las
                manos en los bolsillos, se miraban los zapatos.
                   --Lo que pasa es que soy mujer, ¿no es cierto? Es eso. ¿verdad?
                   --Bebe, be. be...
                   --No hace falta que hables -le espetó ella-. Mueve la cabeza. Si o no. Tu cabeza
                no tartamudea. ¿Es porque soy mujer o no?
                   Bill, contra su voluntad, asintió con la cabeza.
                   Ella lo miró por un instante, con los labios estremecidos. Richie creyó que estaba
                por llorar, pero lo que hizo fue estallar súbitamente.
                   --¡Bueno, vete a la mierda! -Giró sobre sus talones para mirar a los otros, que
                retrocedieron ante esos ojos tan ardientes que parecían radiactivos-. ¡Iros todos a
                la mierda si pensáis eso! -Volvió a mirar a Bill y comenzó a hablar muy deprisa-.
                Esto no es un juego de niños, como el pilla-pilla, los pistoleros o el escondite, y tú
                lo sabes, Bill. "Se espera" de nosotros que lo hagamos. Es parte del asunto. Y a
                mí no vas a dejarme fuera sólo por ser mujer. ¿Entiendes? Te conviene entenderlo
                si no quieres que me vaya ahora mismo. Y si me voy, será para siempre. Para
                siempre. ¿entendido?
                   Bill la miraba; ella parecía haber recobrado la calma, pero Richie sintió miedo. Si
                alguna oportunidad tenían de hallar el modo de acabar con aquello que había
                matado a Georgie Denbrough y a los otros chicos, de acabar con "Eso", la
                posibilidad estaba en peligro. "Siete -pensó Richie-. Es el número mágico.
                Tenemos que ser siete. Así debe ser."
                   Un pájaro graznó en alguna parte.
                   --E-e-está bien -dijo Bill, y Richie soltó el aliento que contenía-. Pe-pe-pero a-a-
                alguien tendrá que queque-quedarse a-a-aarriba. ¿Quién?
                   Richie pensó que Eddie y Stan se ofrecerían voluntarios. Pero Eddie no dijo
                nada. Stan, pálido y pensativo, guardó silencio. Mike tenía los pulgares
                enganchados en el cinturón y sólo movía los ojos.
                   --V-a-va-vamos -insistió Bill.
                   Richie se dio cuenta de que ya nadie fingía. El apasionado discurso de Bev y la
                cara de Bill, sería y demasiado envejecida, se habían encargado de eso. El intento
                era parte del asunto, tal vez tan peligroso como la expedición que él y Bill habían
                hecho a la casa de Neibolt Street. Todos lo sabían... pero nadie se echaba atrás.
                De pronto se sintió orgulloso de sus compañeros y orgulloso de estar con ellos.
                Después de tantos años de ser excluido, finalmente lo incluían. Por fin lo incluían..
                No sabía si seguían siendo perdedores o no, pero si sabía que estaban juntos.
                Eran amigos. Muy buenos amigos, joder. Richie se quitó las gafas y las frotó con
                los faldones de la camisa.
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