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--Tú también. Parecemos un par de comadrejas en la madriguera.
--¿Sí?
--Sí.
--¿Quieres decir "está bien"?
--Está bien. ¿Quieres decir que tienes la palabra?
--La tengo, Mikey.
--Sí. Está bien.
Se sonrieron mutuamente. Entonces Richie dejó que su cabeza cayera hacia
atrás, contra la pared, y miró el ventanuco. Al poco rato, empezó a divagar
perdiéndose en la distancia... No, a la distancia, no. Hacia arriba. Estaba
derivando hacia arriba. Como
("flotamos aquí abajo todos")
un globo.
--¿E-e-estáis bi-bien?
La voz de Bill bajaba por la chimenea. Llegaba desde Venus. Richie sintió que
caía dentro de sí mismo con un golpe seco.
--Todo está bien -dijo, oyendo su voz lejana, irritada-. Todo está bien, te dijimos
que todo está bien, Bill, cállate, déjanos coger la palabra, queremos decir que
tenemos
("el mundo")
la palabra.
La casita era mas grande que nunca y ahora tenía suelo de madera encerada. El
humo era espeso como niebla marítima; costaba ver el fuego. Era grande como un
salón de baile en una comedía musical de la Metro. Mike lo miraba desde el otro
lado, una silueta casi perdida en la niebla.
"¿Vienes, viejo Mikey?"
"Estoy aquí contigo, Richie."
"¿Todavía quieres decir está bien?"
"Sí... pero tómame de la mano... ¿puedes tomarme de la mano?"
"Creo que sí"
Richie alargó la mano y, aunque Mike estaba al otro lado de ese enorme salón,
sintió que aquellos dedos fuertes, pardos, se cerraban alrededor de su muñeca.
Oh, qué agradable contacto, qué agradable encontrar deseo en el consuelo,
consuelo en el deseo, encontrar sustancia en el humo y humo en la sustancia...
Inclinó la cabeza hacia atrás y miró el ventanuco, tan blanco y pequeño. Ya
estaba mucho más arriba. Kilómetros más arriba, como un tragaluz venusino.
Estaba ocurriendo. Empezaba a flotar. "Bueno, allá vamos", pensó, y empezó a
elevarse aprisa, más aprisa, por entre el humo, la niebla, la llovizna...
5.
Ya no estaban adentro.
Los dos se encontraron de pie, juntos, en medio de Los Barrens, y estaba
anocheciendo.
Eran Los Barrens y Richie lo sabía, pero todo era distinto. El follaje se veía más
denso, salvajemente voluptuoso. Había plantas que él no había visto en su vida y