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Las aves formaban bandadas en el cielo, chillando con aspereza. No una
docena ni dos docenas: por un momento los pájaros oscurecieron tanto el cielo
que borraron el sol. Otra bestia pasó a toda velocidad por entre los matorrales. Y
varias más. Richie giró en redondo, con el corazón palpitándole en el pecho, y vio
algo similar a un antílope que pasaba como un relámpago.
"Algo va a pasar y ellos lo saben."
Las aves desaparecieron. Probablemente habían aterrizado en masa, más al
sur. Otro animal paso ruidosamente junto a ellos... y otro más. Después se hizo el
silencio, salvo el incesante rumor del Kenduskeag. Ese silencio tenía una cualidad
de espera, una cualidad preñada que a Richie no le gustó. Sintió que se le
erizaban los pelos de la nuca y buscó a tientas la mano, de Mike.
--¿Sabes dónde estamos? -preguntó, a gritos-. ¿Tienes la palabra?
--¡Sí, por Dios! -gritó Mike, ¡La tengo! ¡Esto es el pasado! ¡Richie! ¡El pasado!
Richie asintió. El pasado de tiempos remotos, cuando todos vivíamos en la selva
y nadie vivía en otra parte. Estaban en Los Barrens tal como habían sido sabe
Dios cuántos miles de años atrás. Estaban en algún pasado imposible de
imaginar, antes de la edad de hielo, cuando Nueva Inglaterra era tan tropical como
hoy lo es Sudamérica... si aún existía el hoy. Volvió a echar un vistazo, nervioso;
casi esperaba ver la cabeza de un brontosaurio, contra el cielo, mirándolos, con la
boca llena de barro y plantas arrancadas o un tigre que los acechara desde la
espesura.
Pero sólo existía ese silencio, como el que reina cinco o diez minutos antes de
que estalle una tormenta eléctrica, cuando los relámpagos purpúreos se acumulan
en el cielo y la luz toma un extraño color amarillo amoratado, cuando el viento
cesa por completo y uno percibe un aroma denso.
"Estamos en el pasado, hace un millón de años, o diez millones, u ochenta
millones, pero aquí estamos y algo va a pasar. No sé qué, pero algo va a pasar y
tengo miedo, quiero que esto termine, quiero volver, Bill, por favor, sácanos de
aquí, es como si hubiéramos caído en una película, por favor, ayúdanos..."
La mano, de Mike estrechó la suya y él notó entonces que el silencio se había
roto. Se sentía una vibración grave que se percibía en la piel, en vez de en los
tímpanos. Fue en aumento. No tenía tono; simplemente, era:
("la palabra en el principio era la palabra el mundo el")
un sonido sin melodía, sin alma. Buscó a tientas un árbol que tenían cerca y al
tocar el tronco con la mano, percibió la vibración atrapada dentro. En ese mismo
instante comprendió que podía sentirlo en los pies: un latido firme que subía por
los tobillos hasta las rodillas convirtiendo sus músculos en diapasones.
Crecía. Crecía.
Venía del cielo. Contra su voluntad, pero sin poder evitarlo, Richie levantó la
cara. El sol era una moneda fundida que quemaba un círculo en la capa de nubes
bajas, rodeada por un fantasmal halo de humedad. Abajo, ese tajo verde y fértil
que eran Los Barrens permanecía en completo silencio. Richie creyó comprender
qué era aquella visión: estaban por presenciar el advenimiento de "Eso".
La vibración adquirió voz: un rugido resonante que fue creciendo hasta aturdir.
Richie se cubrió los oídos con las manos y gritó, pero no oyó su propio grito. Mike
Hanlon, a su lado, estaba haciendo lo mismo y Richie vio que sangraba por la
nariz.