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comprendió que algunas de las cosas que tomó por árboles eran, en realidad,
helechos gigantescos. Se oía correr agua, pero con mucha más potencia de la
normal; aquello no parecía la perezosa corriente del Kenduskeag, sino el río
Colorado en el Gran Cañón.
Además, hacia calor. En Maine solía hacer bastante calor durante el verano y la
humedad era tal que uno, a veces, se sentía pegajoso al meterse en cama. Pero
allí hacía más calor y humedad de la que Richie había experimentado en su vida.
Una niebla baja, ahumada y densa, llenaba los huecos de la tierra y se enroscaba
a las piernas de los chicos. Tenía un olor fino y acre que se parecía al del humo de
leña verde.
Él y Mike empezaron a caminar hacia el agua sin decir palabra, abriéndose paso
entre el extraño follaje. De algunos árboles colgaban lianas gruesas como sogas
que parecían hamacas. Richie oyó cómo algo corría precipitadamente entre la
maleza. Parecía un animal más grande que un venado.
Richie se detuvo lo suficiente para mirar alrededor, girando en círculo para
estudiar el paisaje. Sabia dónde debía estar el grueso cilindro blanco de la torre-
depósito, pero no estaba allí. Tampoco el puente de ferrocarril que cruzaba hasta
los patios de maniobras, en el extremo de Neibolt Street, ni las construcciones de
Old Cape. Allí donde debía estar Old Cape sólo había barrancos bajos, salientes
rocosas y grandes piedras entre gigantescos helechos y árboles.
Arriba se oyó un aleteo. Los chicos agacharon la cabeza en el momento en que
pasaba un escuadrón de murciélagos, los más grandes que Richie había visto en
su vida, y por un momento se aterrorizó, aún más que mientras huía con Bill en
"Silver" perseguidos ambos por el hombre lobo. El silencio y el carácter extraño de
ese lugar eran terribles, pero su espantosa familiaridad era aún peor.
"No hay por qué asustarse -se dijo-. Recuerda que es sólo un sueño, una visión.
Yo y el viejo Mikey estamos en la casita del club, envueltos en humo. Muy pronto,
Gran Bill se pondrá nervioso porque no respondemos. Entonces él y Ben bajarán a
sacarnos. Esto es solo de mentirijillas, como dice Conway Twitty."
Pero vio que un murciélago tenía un ala tan desgarrada que por ella se veía
brillar el sol neblinoso, y cuando pasaron debajo de un helecho gigante vio una
gorda oruga amarilla que cruzaba una ancha fronda dejando caer su sombra hacia
atrás. En el cuerpo de la oruga saltaban diminutos insectos negros. Si eso era un
sueño, era el más nítido que había tenido en su vida.
Caminaron hacia el agua y, en aquella espesa niebla que les llegaba a las
rodillas, Richie no sabía si sus pies tocaban el suelo o no. Llegaron a un sitio en
que tanto la niebla como el suelo se interrumpían. Él miró, estupefacto. Aquél no
era el Kenduskeag... y sin embargo lo era. La corriente hervía en un curso
estrecho, cortado en la misma roca. Al otro lado se veía, un corte de siglos en
capas de piedra: rojas, naranja, rojas otra vez. No se podía cruzar ese arroyo
pisando unas cuantas piedras. Hubiese hecho falta un puente de cuerdas y uno
sabía que, si caía en el agua, sería barrido de inmediato. El ruido del torrente
sonaba a furioso y mientras Richie caminaba, boquiabierto, vio, que un pez de
plata daba un salto en un arco imposible tratando de alcanzar a los insectos que
formaban móviles nube sobre la superficie del agua. Volvió a caer, con un
chapoteo, dando a Richie el tiempo suficiente para registrar su presencia y darse
cuenta de que en su vida había visto un pez como ése, ni siquiera en libros.