Page 67 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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Y, sin embargo, allí lo estaba observando, con su hermoso rostro dañado y

               su sonrisa cruel. Sus brillantes cabellos resplandecían con la luz temprana del
               sol. Sus ojos azules se encontraron con los suyos. Un sentimiento de infinita
               piedad, no hacia sí mismo, sino hacia su imagen pintada, lo invadió. Había
               cambiado ya, y seguiría cambiando. Su oro se apagaría, volviéndose gris. Sus

               rosas rojas y blancas morirían. Por cada pecado que él cometiera, una mancha
               caería sobre su belleza para arruinarla.
                    Pero no pecaría. El cuadro, alterado o intacto, sería para él el emblema
               visible  de  la  conciencia.  Resistiría  la  tentación.  No  volvería  a  ver  a  lord

               Henry;  en  cualquier  caso,  no  prestaría  oído  a  aquellas  sutiles  teorías
               venenosas  que,  en  el  jardín  de  Basil  Hallward,  por  primera  vez  habían
               despertado en él la pasión por las cosas imposibles. Volvería con Sybil Vane
               para reparar su error; se casaría con ella e intentaría amarla de nuevo. Sí; ése

               era su deber. Ella tenía que haber sufrido más que él. ¡Pobre niña! Había sido
               egoísta y cruel con ella. La fascinación que la muchacha había ejercido sobre
               él regresaría. Serían felices juntos. Su vida junto a ella sería hermosa y pura.
                    Se  levantó  de  la  silla  y  colocó  un  gran  biombo  delante  del  retrato,

               temblando al mirarlo. «¡Qué horror!», murmuró para sí, y cruzó la habitación
               hasta  la  ventana  y  la  abrió.  Cuando  pisó  el  césped,  inspiró  hondo.  El  aire
               fresco  de  la  mañana  pareció  llevarse  todas  sus  pasiones  sombrías.  Sólo
               pensaba  en  Sybil  Vane.  Un  débil  eco  de  su  amor  volvió  a  él.  Repitió  su

               nombre una vez y otra. Los pájaros que cantaban en el jardín empapado de
               rocío parecían estar hablándoles de ella a las flores.






































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