Page 62 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
P. 62
Unos momentos después, las candilejas se encendían y el telón se
levantaba para el tercer acto. Dorian Gray volvió a su asiento. Parecía pálido,
orgulloso e indiferente. La obra se hizo eterna. Parecía infinita. La mitad del
público se fue, haciendo ruido con sus pesadas botas y sus risotadas. Todo fue
un fiasco. El último acto se representó casi para asientos vacíos.
En cuanto terminó, Dorian Gray se apresuró a ir a los camerinos. La
muchacha estaba sola allí, con una mirada triunfal en el rostro. Iluminaba sus
ojos un exquisito fuego.
Estaba radiante. Sus labios entreabiertos se sonreían de algún íntimo
secreto.
Cuando él entró, la miró, y una expresión de infinita alegría se apoderó de
ella.
—¡Qué mal he actuado esta noche, Dorian! —exclamó.
—¡Horriblemente! —respondió él mirándola asombrado—.
¡Horriblemente! Ha sido espantoso. ¿Estás enferma? No tienes idea de cómo
ha sido. No tienes idea de lo que he estado sufriendo.
La muchacha sonrió.
—Dorian —respondió demorándose en su nombre con una lenta música
en la voz, como si éste fuera más dulce que la miel para los pétalos rojos de
sus labios—. Dorian, tendrías que haberlo entendido. Pero lo entiendes ahora,
¿verdad?
—¿Entender qué? —preguntó enfurecido.
—Por qué lo he hecho tan mal esta noche. Por qué ya siempre lo haré mal.
Por qué ya nunca volveré a actuar bien.
Él se encogió de hombros.
—Supongo que estás enferma. Cuando estés enferma, no deberías actuar.
Te pones en ridículo. Mis amigos se aburrieron. Yo me aburrí.
Ella parecía no escucharlo. Se hallaba transfigurada de alegría. Un éxtasis
de felicidad la dominaba.
—Dorian, Dorian —exclamó—, antes de conocerte, actuar era la única
realidad de mi vida. Vivía solo y para el teatro. Pensaba que todo era verdad.
Era Rosalinda una noche, y Porcia la siguiente. La alegría de Beatriz era mi
alegría, y las penas de Cordelia eran mías también. Lo creía todo. La personas
corrientes que actuaban conmigo me parecían divinas. Las escenas pintadas
eran mi mundo. No conocía más que sombras, y pensaba que eran reales.
Entonces llegaste tú, hermoso amor mío, y liberaste mi alma de su prisión. Tú
me enseñaste cómo es realmente lo real. Esta noche, por primera vez en mi
vida, me di cuenta de que Romeo era horrible, y viejo, y estaba maquillado;
Página 62