Page 60 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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planta se mece en el agua. Las curvas de su garganta eran como las curvas de
un lirio blanco. Sus manos parecían estar hechas de frío marfil.
Sin embargo, se hallaba curiosamente inexpresiva. No mostraba signos de
alegría cuando su mirada se posaba en Romeo. Los pocos versos que tuvo que
decir:
Buen peregrino, agravias a tu mano,
que cortés devoción demuestra en esto.
Tocan los peregrinos la mano de los santos,
y, juntando sus palmas, dan su sagrado beso…
al igual que el breve diálogo que sigue, los pronunció de una manera
completamente artificial. La voz era exquisita, pero la entonación de todo
punto falsa. Tenía el color equivocado. Le arrebataba toda la vida al verso.
Hacía inauténtica la pasión.
Dorian Gray palideció viéndola. Ninguno de sus amigos se atrevió a
decirle nada. Les parecía absolutamente torpe. Estaban terriblemente
decepcionados. Pero pensaban que la verdadera prueba de cualquier Julieta
era la escena del balcón en el segundo acto. Esperaron a que llegara. Si
fallaba allí, es que no había nada en ella.
Estaba encantadora al aparecer bajo la luz de la luna. Eso era innegable.
Pero resultó insoportable el histrionismo de su actuación, y empeoró a medida
que avanzaba. Sus gestos se volvieron absurdamente artificiales. Exageró el
énfasis de todo lo que tuvo que decir. El hermoso pasaje:
Si el velo de la noche no cubriera mi rostro,
un rubor virginal teñiría mis mejillas
por lo que me has oído confesarte ahora…
fue declamado con la penosa precisión de una colegiala a la que ha enseñado
a recitar un profesor de elocución de segunda categoría. Cuando se inclinó
sobre el balcón y llegaron esos maravillosos versos que dicen:
Aunque eres mi alegría,
no me alegra el acuerdo de esta noche.
Es demasiado súbito, temerario e imprudente;
como un rayo, que deja de ser sin que podamos
decir: «ahí viene un rayo». ¡Buenas noches, amor!
Este brote amoroso quizá ya flor espléndida
sea cuando los dos volvamos a encontrarnos…
pronunció las palabras como si no tuvieran significado para ella. No era
nerviosismo. Lejos de estar nerviosa, en realidad, parecía absolutamente
dueña de sí. Era, simplemente, una mala actuación. Era un completo fracaso.
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