Page 89 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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—No puedo explicártelo, Basil, pero jamás debo volver a posar para ti. Iré
a tomar el té contigo. Y será igual de agradable.
—Más agradable para ti, me temo —murmuró Hallward con
pesadumbre—. Y, ahora, adiós. Siento que no me dejes volver a ver el
cuadro. Pero eso es irremediable. Entiendo bien lo que sientes al respecto.
Cuando éste salía de la habitación, Dorian Gray sonrió para sí. ¡Pobre
Basil, qué poco sabía de la verdadera razón! Y qué extraño era que, en lugar
de haberse visto obligado a revelar su propio secreto, hubiera logrado, casi
por casualidad, arrancarle un secreto a su amigo. ¡Cuántas cosas explicaba
para él aquella confesión! Los absurdos ataques de celos de Basil, su
devoción desmedida, sus extravagantes panegíricos, sus curiosas
reticencias… Lo entendía todo ahora, y lo lamentaba. Había algo trágico en
una amistad tan teñida de romance; algo infinitamente trágico en un romance
tan apasionado y tan estéril a la vez.
Suspiró y tocó el timbre. Había que esconder el retrato a toda costa. No
podía correr el riesgo de que fuera descubierto otra vez. Había sido una locura
por su parte dejar que permaneciera siquiera una hora en una habitación a la
que cualquiera de sus amigos tuviera acceso.
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