Page 90 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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                                           UANDO  ENTRÓ  SU  SIRVIENTE,  se  quedó

                                           observándolo  fijamente  mientras  se  preguntaba  si  a
                                           éste  se  le  habría  ocurrido  mirar  tras  el  biombo.  El
                                           hombre  parecía  bastante  impasible  y  esperó  sus

                                           órdenes.  Dorian  encendió  un  cigarrillo,  se  dirigió
                                           hasta el espejo y miró. Podía ver el reflejo del rostro
                                           de  Víctor  perfectamente.  Era  como  una  apacible
                                           máscara de servilismo. No había nada que temer allí.
               Pero, de todos modos, pensó que convenía estar en guardia.

                    Hablando muy despacio, le pidió que dijera al ama de llaves que quería
               verla y que luego fuera en busca del enmarcador y le pidiera que enviara a dos
               hombres de inmediato. Le pareció que, al salir de la habitación, había mirado

               en la dirección del biombo. ¿O quizá fue sólo su imaginación?
                    Tras unos momentos, la señora Leaf, la vieja y querida señora vestida de
               seda  negra,  con  una  fotografía  del  difunto  señor  Leaf  en  un  broche  que
               llevaba al cuello y unos anticuados mitones de hilo en las arrugadas manos,
               entró con ajetreo en la habitación.

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                    —Y,  bien,  señorito  Dorian  —dijo⁠—,  ¿qué  puedo  hacer  por  usted?  Le
                                                                                     ⁠
               ruego me disculpe —⁠en ese momento hizo una reverencia—, ya no debería
               llamarlo  señorito  Dorian.  Pero,  Dios  lo  bendiga,  señor,  lo  conozco  a  usted

               desde que era un niño, y no son pocas las travesuras que le hizo a la pobre y
               vieja Leaf. Y no porque no fuera siempre un niño bueno, señor. Pero los niños
               no  son  más  que  niños,  señorito  Dorian,  y  la  mermelada  siempre  es  una
               tentación, ¿verdad que sí, señor?



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