Page 85 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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—Mi sirviente no ha tenido nada que ver, Basil. Espero que no pienses

               que lo dejo ordenar la habitación por mí. Algunas veces coloca él las flores en
               lugar de hacerlo yo mismo; eso es todo. No; lo puse yo. La luz era demasiado
               intensa sobre el retrato.
                    —¡Demasiado  intensa!  ¡Imposible,  querido  amigo!  Es  un  lugar

               inmejorable para él. Déjame verlo.
                    Y Hallward fue a dirigirse hacia el rincón de la habitación.
                    Un gritó de terror salió entonces de los labios de Dorian Gray, que corrió
               a interponerse entre Hallward y el biombo.

                    —Basil —dijo muy pálido—, no debes verlo. No quiero que lo veas.
                    —¡Que no vea mi propia obra! No hablas en serio. ¿Por qué no debería
                          ⁠
               verla? —exclamó Hallward riendo.
                    —Si intentas mirarlo, Basil, tienes mi palabra de honor de que no volveré

               a  hablarte  mientras  viva.  Hablo  muy  en  serio.  No  voy  a  ofrecerte  ninguna
               explicación y tú no vas a pedírmela. Pero, recuerda: si tocas este biombo todo
               habrá terminado entre nosotros.
                    Hallward  quedó  atónito.  Miró  a  Dorian  Gray  con  asombro  absoluto.

               Nunca antes lo había visto así. El muchacho estaba totalmente pálido de furia.
               Se apretaba las manos, y las pupilas de sus ojos eran como discos de fuego
               azul. Todo su cuerpo temblaba.
                    —¡Dorian!

                    —¡No hables!
                    —Pero  ¿cuál  es  el  problema?  Por  supuesto  que  no  lo  miraré  si  tú  no
                                           ⁠
               quieres  que  lo  haga  —dijo  con  bastante  frialdad  al  tiempo  que  se  daba  la
                                                      ⁠
               vuelta  y  se  dirigía  a  la  ventana—.  Pero  la  verdad  es  que  resulta  bastante
               absurdo que no deba ver mi propia obra, sobre todo cuando voy a exponerla
               en París en otoño. Probablemente tenga que darle otra capa de barniz antes;
               así que tendré que verlo algún día, y ¿por qué no hoy?
                    —¡Exponerlo! ¿Quieres exponerlo? —⁠exclamó Dorian Gray mientras una

               extraña sensación de terror se adueñaba de él.
                    ¿Iba  a  serle  mostrado  al  mundo  su  secreto?  ¿Iba  la  gente  a  admirar  el
               misterio de su vida? Era imposible. Algo, no sabía qué, había que hacer de
               inmediato.

                    —Sí; supongo que no te opondrás a eso, Georges Petit va a reunir mis
               mejores pinturas para una exposición especial en la Rue de Sêze que se abrirá
               la primera semana de octubre. El retrato sólo estará fuera un mes. Pienso que
               no te sería difícil desprenderte de él durante ese tiempo. De hecho, seguro que







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