Page 83 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
P. 83

—¡Mi querido Basil! ¿No creerás que se trató de un vulgar accidente? Por

               supuesto  que  se  suicidó.  Es  una  de  las  grandes  tragedias  románticas  de  la
               época. Por lo general, la gente que actúa lleva las vidas más ordinarias. Son
               buenos esposos, o esposas fieles, o cualquier otra cosa tediosa. Ya sabes a lo
               que  me  refiero  (la  virtud  de  la  clase  media  y  todo  eso).  ¡Qué  distinta  era

               Sybil! Ella vivió su mejor tragedia. Siempre fue una heroína. La última noche
               que actuó (la noche que la viste) lo hizo tan mal porque había conocido la
               realidad del amor. Cuando descubrió su irrealidad murió, como habría muerto
               Julieta. Volvió a pasar a la esfera del arte. Su muerte tiene toda la patética

               inutilidad del martirio, toda su derrochada belleza. Pero, como iba diciendo,
               no debes pensar que no he sufrido. Si hubieras llegado ayer en un momento
               en particular, hacia las cinco y media, tal vez, o las seis menos cuarto, me
               habrías encontrado llorando. Ni siquiera Harry, que estaba aquí y fue quien,

               en  realidad,  me  trajo  la  noticia,  tiene  la  menor  idea  de  lo  que  pasé.  Sufrí
               inmensamente, y luego se fue el sufrimiento. No puedo repetir una emoción.
               Nadie, salvo los sentimentales, puede. Y eres terriblemente injusto, Basil. Has
               venido aquí para consolarme. Es muy amable por tu parte. Has visto que he

               encontrado consuelo, y te has puesto furioso. ¡Qué persona tan compasiva!
               Me recuerdas a una historia que Harry me contó sobre cierto filántropo que
               pasó veinte años de su vida intentando que se resarciera algún agravio o se
               cambiara alguna ley injusta (he olvidado exactamente lo que era). Finalmente,

               lo logró, y no hubo peor decepción que la suya. Ya no tuvo nada que hacer;
               casi murió de ennui y se convirtió en un misántropo empedernido. Y, además,
               mi querido Basil, si verdaderamente quieres consolarme, enséñame mejor a
               olvidar  lo  ocurrido,  o  a  verlo  desde  un  punto  de  vista  artístico.  ¿No  era

               Gautier  quien  solía  escribir  sobre  la  consolation  des  arts?  Recuerdo  haber
               tomado un pequeño volumen con cubiertas de vitela en tu estudio un día y
               haber  reparado  por  casualidad  en  esa  deliciosa  expresión.  Bien,  ya  no  soy
               como ese joven del que me hablabas, cuando estuvimos juntos en Marlowe, el

               joven que solía decir que el satén amarillo podría consolarlo a uno de todas
               las penas de la vida. Amo las cosas hermosas que uno puede tocar y asir. Los
               brocados antiguos, los bronces verdes, las obras lacadas, los marfiles tallados,
               los paisajes exquisitos, el lujo, la pompa (hay tanto que obtener de todas esas

               cosas).  Pero  el  temperamento  artístico  que  crean  o  que,  en  cualquier  caso,
               revelan significa aún más para mí. Convertirse en el espectador de la propia
               vida,  como  dice  Harry,  es  escapar  al  sufrimiento  de  la  vida.  Sé  que  te
               sorprende  que  te  hable  de  este  modo.  No  te  has  dado  cuenta  de  cómo  he

               evolucionado. Era un colegial cuando me conociste. Ahora soy un hombre.




                                                       Página 83
   78   79   80   81   82   83   84   85   86   87   88