Page 78 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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—Me has explicado a mí mismo, Harry —murmuró con algo parecido a
un suspiro de alivio—. Sentía todo lo que has dicho, pero de alguna manera
me daba miedo y no era capaz de expresarlo para mí así. ¡Qué bien me
conoces! Pero no volveremos a hablar de lo ocurrido. Ha sido una experiencia
maravillosa. Eso es todo. Me pregunto si la vida sigue guardándome aún algo
maravilloso.
—La vida lo guarda todo para ti, Dorian. No hay nada que tú, con tu
extraordinaria apariencia, no puedas hacer.
—Pero, supón, Harry, que me vuelvo ojeroso, arrugado y gris. ¿Qué
pasará entonces?
—Ah, entonces —dijo lord Henry al tiempo que se levantaba para
marcharse—, entonces mi querido Dorian, tendrás que luchar tus victorias.
Ahora te son entregadas sin más. No; debes conservar tu buena apariencia.
Vivimos en un tiempo que lee demasiado para ser sabio y piensa demasiado
para ser bello. Eres imprescindible. Y ahora, ponte algo mejor y salgamos
hacia el club. Ya vamos tarde.
—Creo que te veré en la ópera, Harry. Estoy demasiado cansado para
comer. ¿Cuál es el número del palco de tu hermana?
—El veintisiete, creo. Está en la grada principal. Verás su nombre en la
puerta. Pero siento que no vengas a cenar.
—No estoy de ánimo —dijo cansado—. Pero te estoy enormemente
agradecido por todo lo que me has dicho. Eres, sin duda, mi mejor amigo.
Nadie me ha entendido nunca como tú.
—Sólo estamos al principio de nuestra amistad, Dorian —respondió lord
Henry estrechándole la mano—. Adiós. Te veré antes de las nueve y media,
espero. Recuerda que va a cantar Patti.
Cuando éste cerró la puerta tras él, Dorian Gray hizo sonar el timbre y, en
unos minutos, Víctor apareció con las lámparas y bajó las persianas. Esperó
con impaciencia a que se fuera. El hombre parecía tomarse un tiempo infinito
para todo.
En cuanto se hubo marchado, se apresuró a ir hasta el biombo y lo apartó.
No; no había nuevos cambios en el cuadro. Éste había recibido la noticia de la
muerte de Sybil Vane antes de que la hubiera conocido él mismo. Era
consciente de los acontecimientos de la vida a medida que ocurrían. La
viciosa crueldad que había envilecido las hermosas líneas de la boca habría
aparecido, sin duda, en el mismo momento en que la muchacha se bebió el
veneno, cualquiera que fuese. ¿O acaso era indiferente a los resultados?
¿Percibiría meramente lo que ocurría dentro del alma? Se hacía esas
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