Page 77 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
P. 77
—Oh, el obvio. Quedarse con el admirador ajeno cuando se ha perdido el
propio. ¡Pero, realmente, Dorian, qué distinta ha debido de ser Sybil Vane de
todas esas mujeres que uno encuentra! Hay para mí algo muy bello en su
muerte. Me alegra vivir en un siglo en el que suceden esos milagros. Lo hacen
a uno creer en la realidad de esas cosas con las que juega la gente frívola y
esclava de las modas, como el romance, la pasión y el amor.
—Fui terriblemente cruel con ella. Olvidas eso.
—Creo que las mujeres aprecian la crueldad más que ninguna otra cosa.
Poseen instintos maravillosamente primitivos. Las hemos liberado, pero
siguen siendo esclavas en busca de dueño, aun así. Les encanta ser
dominadas. Estoy seguro de que estuviste espléndido. Nunca te he visto
enfurecido, pero puedo imaginar lo irresistible que estarías. Y, después de
todo, me dijiste algo antes de ayer que en aquel momento me pareció
meramente fantasioso, pero que ahora veo que era absolutamente verdad y lo
explica todo.
—¿Qué fue, Harry?
—Me dijiste que Sybil Vane representaba para ti a todas las heroínas
poéticas. Que era Desdémona una noche y Ofelia otra. Que si moría como
Julieta, volvía a la vida como Imogen.
—Ya nunca volverá a la vida ahora —murmuró el muchacho, hundiendo
su rostro entre las manos.
—No, nunca volverá a la vida. Ha interpretado su último papel. Pero
debes pensar en esa muerte solitaria en el sórdido camerino simplemente
como en un extraño fragmento horripilante de una tragedia jacobina, como en
una maravillosa escena de Webster, o de Ford, o de Cyril Tourneur. La
muchacha, en realidad, no vivió nunca, y por eso tampoco ha muerto
realmente. Para ti, al menos, fue siempre un sueño, un fantasma que
revoloteaba por las obras de Shakespeare y las hacía con su presencia aún más
encantadoras, una flauta a través de la cual la música de Shakespeare sonaba
más rica y plena de alegría. En el mismo instante en que rozó la vida real, la
arruinó, y ésta la arruinó también a ella, y por eso murió. Llora por Ofelia, si
quieres. Pon cenizas sobre tu cabeza porque Cordelia fue estrangulada. Clama
al cielo porque la hija de Brabancio murió. Pero no malgastes tus lágrimas por
Sybil Vane. Ella fue menos real que las otras.
Hubo un silencio. La tarde iba oscureciendo la habitación. Silenciosas y
con pasos de plata, las sombras se deslizaban desde el jardín. Los colores se
iban desvaneciendo, cansados, de las cosas.
Pasado un rato, Dorian Gray levantó la vista.
Página 77