Page 203 - El Terror de 1824
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EL  TKIIKOR  DE  1824
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      pausa  que  la  andadura  de  Su  Paternidad  exi-
          gía, entraron  en  la  cárcel.  Al  subir  por  la  in-
             munda escalera,  la  dama  ofreció  su  brazo  al
      anciano,  que  lo  aceptó  bondadosamente,  di-
      ciendo:
        — Gracias...  Si  estos  escalones  fueran  los
      del  cielo,  no  me  costaría  más  trabajo  subirlos.
      Gracias:  se  reirán  de  esta  pareja;  ¿pero  qué
      nos  importa?  Yo  bendigo  este  hermoso  braza
      que  se  presta  á  servir  de  apoyo  á  la  ancianidad.

                        xx

        Chaperón  entró  en  su  despacho  con  las  ma-
          nos á  la  espalda,  los  ojos  fijos  en  el  suelo,  eí
      ceño  fruncido,  el  labio  inferior  montado  sobre
      su  compañero,  la  tez  pálida  y  muy  apretadas
      las  mandíbulas,  cuyos  tendones  se  movían
      bajo  la  piel  como  las  teclas  de  un  piano.  De-
          trás de  él  eptraron  el  coronel  Garrote  (de  ejér-
           cito) y  el  capitán  de  voluntarios  realistas  Fran-
           cisco Romo,  ambos  de  uniforme.  En  el  des-
      pacho  aguardaba,  perezosamente  recostado  en
      un  sofá  de  paja,  el  diestro  Cortesano  de  1815,
      Bragas  de  Pipaón.
         A  tiro  de  fusil  se  conocía  que  el  insigue  cua-
              drillero del  absolutismo  estaba  sofocadísimo
       por  causa  de  reciente  disgusto  ó  altercado.  jAy
       de  los  desgraciados  presos!  ¡Si  los  diablillos
       menores  temblaban  ai  ver  á  su  Lucifer,  c5mo
       temblarían  los  reos  si  le  vieran  1
         Garrote  y  Romo  no  se  sentaron.  También
       hallábanse  agitados.
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