Page 202 - El Terror de 1824
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198       B.  PÉREZ  GALDÓS
        Al  poner  el  pie  en  el  callejón,  pasaba  por
      delante  de  ella,  tocándola,  una  figura  impo-
            nente y  majestuosa.
        Cruzáronse  dos  exclamaciones  de  sorpresa.
        —¡Señora!
        —¡Padre  Alelí!...
        Era  un  fraile  de  la  Merced,  alto,  huesudo,
      muy  viejo,  de  vacilante  paso,  cuerpo  no  muy
       ierecho,  y  una  carilla  regocijada  y  con  visos
      •  le  haber  sido  muy  graciosa,  la  cual  resaltaba
      más  sobre  el  hábito  blanco  de  elegantes  plie-
           gues. Apoyábase  el  caduco  varón  en  un  palo,
      y  al  andar  movía  la  cabeza,  mejor  dicho,  se  le
      movía  la  cabeza,  cual  si  su  cuello  fuera,  más
      que  cuello,  una  bisagra.
        — ¿A  dónde  va  el  viejecito? — le  dijo  la  se-
           ñora con  bondad.
        — ¿Y  usted  de  dónde  viene?  Sin  -duda  de  in-
              terceder por  algún  desgraciado.  ¡Qué  excelente-
      corazón!
        — Precisamente  de  eso  vengo.
        — Pues  yo  voy  á  la  cárcel  á  visitar  á  los  po-
           bres presos.  Dicen  que  han  entrado  muchos
      ayer.  Ya  sabe  usted  que  auxilio  á  los  conde-
            nados á  muerte.
        — Pues  á  mí  me  ha  entrado  el  antojo  de  vi-
           sitar también  á  los  presos.
        — ]Oh  magnánimo  espíritu!...  Vamos,  seño-
          ra... Pero,  tate,  tate;  no  mueva  usted  los  pie-
      (•ecillos  con  tanta  presteza,  que  no  puedo  se-
            guirla. Estoy  tan  gotoso,  señora  mía,  que  cada
       vez  que  auxilio  á  uno  de  estos  infelices,  me
      parece  que  veo  en  él  á  un  compañero  de  viaje.
        Después  de  recorrer  medio  Madrid  con  la
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