Page 205 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
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coloque en lugar mío. Francisco Chaperón no
consentirá otra vez que D. Tadeo Caloinarde
le llame zanguango.
— No hay que tomarlo tan por la tremenda
— dijo Garrote con su natural franqueza, apo-
yándose en el sable.— Si el Ministro y el Rey
se quejan de usted, me parece injusto... ahora,
si se quejan de la organización que se ha da-
do á la Comisión militar, me parece que están
acertados.
— Eso, eso es, — afirmó Romo sin variar su
impasible semblante.
— No lo entiendo, — dijo D. Francisco.
— Es muy sencillo. Las Comisiones están
organizadas de tal modo, que aquí se eternizan
las causas. Papeles y más papeles... Los pre-
sos se pudren en los calabozos... ¡Demonio de
rutina 1 Para que esto marchara bien, sería pre-
ciso que los procedimientos fueran más ejecu-
tivos, enteramente militares, como en un
campo de batalla... ¿Me entiende usted?... ¿Se
quiere arrancar de cuajo la revolución? Pues
no hay más que un medio. (Al decir esto se
puso en el centro de la sala accionando como
un jefe que da órdenes perentorias.) A ver,
tú: ¿has conspirado contra el Gobierno de Su
Majestad? Pues ven acá... Ea, fusilarme á es-
ta buena pieza. A ver, tú: ¿has gritado «viva
la Constitución?...» ven acá, te vamos á apre-
tar el gaznate para que no vuelvas á gritar...
Y tú, ¿qué has hecho? ¿compraste bienes del
clero? Diez años de presidio... Y nada más.
Entonces sí que se acababan pronto las cons-
piraciones. Juro á usted que no se había de